La Alimentación; entre la Tradición, la Costumbre adquirida y la Emoción

La Alimentación; entre la Tradición, la Costumbre adquirida y la Emoción

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Comenzaré por aclarar que no es lo mismo la tradición que la costumbre adquirida, aunque pudiera fácilmente confundirse. La tradición son normas seguidas en un doble sentido; por un lado la de los días no festivos, y por otro la de los días señalados. En algunas localidades de las sierras occidentales de La Rioja, la cena de Nochebuena -¡sólo en esa ocasión!- consistía en cuatro platos sucesivos: berza, cardo, caracoles y bacalao; en tanto que en algunos pueblos del Alto Aragón se limitaba a dos: verdura con patata, con toque de ajo, y besugo. En casa de mis abuelos paternos se comía cabrito asado dos veces al año –el día de Navidad y el del cumpleaños de mi abuelo-, lo que según mi abuela se hacía “por tradición”, aunque nunca llegué a enterarme si se trataba de una tradición instaurada por ella, o heredada de casa de mis bisabuelos.

La costumbre sin embargo resulta en muchas ocasiones una suerte de acomodamiento, que en ocasiones es reduccionista; dándose la circunstancia de que son muchas las personas, que incluso habiendo introducido nuevos alimentos, comen con menos variedad y con más desequilibrio que sus abuelos. Un ejemplo de ello eran muchos de mis compañeros de universidad, sobre todo los que eran de fuera y compartían pisos, que nunca comían verduras ni pescado, y eso les ha jugado muy malas pasadas (dejémoslo de momento aquí, aunque me apoyen en mis opiniones la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Constitución Española de 1978, ya que la cultura oficial tiene pacto con el diablo).

Refiriéndonos a la emoción, contaba don Cesar Ferrer Castán, médico de cabecera de mi familia, que en cierta ocasión una de sus pacientes, que era diabética, le relató que por fin sus hijos, que vivían en América, habían venido a pasar las vacaciones con ella y su marido, después de algunos años sin verlos. Aquellos días comió dulces y pasteles, ¡pero sorprendentemente el azúcar le había subido muy poco! En el mismo sentido J. de Alda, compañero de la universidad, a quien no le gustaban las verduras, me relató después de volver de vacaciones de Navidad, que su abuela había hecho unas verduras al horno con bechamel, plato que no había comido desde niño –cuando todavía vivía en su pueblo- y era la comida que más le había gustado de aquellos días.

La rigidez mental que parece dominar y envolver a los intolerantes extremistas de la alimentación, tanto carnívoros como vegetarianos, les impide disfrutar de los sabores, llegando a renunciar de una manera tan inconsciente como intolerante –esa necesidad de pregonarlo lo evidencia-, a aquello a lo que nuestro ser está unido desde el nacimiento. Es cierto que la forma de alimentarnos está muy influida por limitaciones e ideas equivocadas, a las que hoy se han unido la publicidad engañosa y la ciencia oficial, pero quien quiere seguir aprendiendo y comprendiendo tiene un largo camino por delante lleno de curiosidades y sorpresas.

Recuerdo que cuando era un adolescente vi comer una ensalada de algas a los pescadores de Santoña, y por cierto uno de ellos me dijo que se trataba de una “ensalada de olvas; verduras de mar”, y que si comía eso no se me caería nunca el pelo y estaría más fuerte y sano. En este país maravilloso y variado del que nos sentimos orgullosos, tenemos todavía el defecto de leer poco y de no tomar en consideración al que es diferente -¡qué es quien más nos enseña, como decía uno de mis profesores!-, y por eso cuando se comenzaron a comercializar las algas se decían verdaderas idioteces, aunque afortunadamente las cosas van mejor desde que los cocineros de verdad las utilizan.

En mis cursos he solido recordar a mis alumnos que cuando llegaron al occidente europeo, es decir a España, los productos americanos, que eran absolutamente desconocidos y extraños, como la patata, el maíz, las alubias, el tomate y el cacao, costo mucho tiempo que fueran aceptados, y hoy hay quien cree que son de toda la vida. Quizá sin darse cuenta de ello, aquella sociedad experimentó: nuevo aspecto, nuevo sabor, su color, etc. Quien no tiene consciencia y muchas limitaciones mentales, siempre está dispuesto a criticar y desechar todo lo que no cabe dentro de su reducido universo, de la misma manera que cuando les ofrecen un pescado desconocido en un puerto de mar lo rechazan sin más, y cuando vuelven a casa cuentan que en aquel lugar comen tal o cual cosa en sentido reprobatorio, exhibiendo con ello su ignorancia.

Quienes tuvimos la suerte de poder asistir a las maravillosas lecciones de Jean-Michel Weiss –ingeniero electrónico francés que se dedicó a la biofísica-, aprendimos que el humano es el único ser vivo que tiene las frecuencias de todas las notas musicales, y que un alimento puede ser bioquímicamente bueno –porque contiene tales vitaminas, minerales, proteínas, etc.-, pero biofísicamente malo; ¡y este es el quid de la cuestión, y el motivo por el que una dieta al uso, es decir que contenga todo lo que necesita el ser humano, puede no ser recomendable! –prometo explicarlo más detalladamente- Ya vimos en artículos anteriores que la biología molecular es algo más que química, lo que ya advirtió una de las mentes más preclaras en la bioquímica de los alimentos, J. B. S. Braverman, profesor que fue del Instituto de Tecnología de los Alimentos de Haifa, después de leer la publicación de C. U. M. Smith, sobre la Biología Molecular.

Los alimentos están compuestos de asociaciones moleculares, las cuales, cuando el alimento es adecuado proporcionan los principios inmediatos y entran en resonancia con nuestros centros vibracionales –recordemos que somos el único ser vivo que tiene todas las notas musicales y que ve todos los colores- Si por el contrario no es idóneo, puede alterar el funcionamiento. Por eso, ante una dolencia habrá que buscar una alimentación que corrija los desequilibrios biofísicos. El Physio Scan es un aparato que permite saber si un alimento es o no recomendable ante una situación complicada.

El Physio Scan permite saber el estado de nuestras frecuencias, así como si como si unos u otros alimentos son adecuados o no para corregir las alteraciones.

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