¡Yo como de todo!

¡Yo como de todo!

Rioja2

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Hace más de cuarenta años que comencé a estudiar el tema de la alimentación, cuando uno de mis profesores, Javier Asensio, me invitó a asistir a sus clases de Bioquímica y Nutrición, en la facultad de la Universidad de Zaragoza en el que impartía clases. Desde entonces no he dejado de estudiar y asistir a cursos, aunque cada vez de manera más selectiva, especialmente desde que leí, de una sentada, el libro de C. U. M. Smith sobre la biología molecular –ofrecí la portada del volumen en un artículo anterior-, que cambió en su momento las bases científicas sobre la alimentación, ¡aunque los responsables de los centros universitarios donde se enseña, y quienes imparten las clases, parecen no haberse enterado, a pesar de haber pasado casi cincuenta años! –esto se debe a que los pocos que leen estas cosas no se atreven ni a contradecir a la cultura oficial, y por otra parte la base científica que se da no alcanza el nivel, como ya expusieron en su día los bioquímicos: Braverman*, Jungermann y Möler**.

Decía el mencionado Dr. Asensio, que la comida se compone de moléculas, y que el comportamiento de ellas en el organismo dependía de su idoneidad para con el ser humano; y para entenderlo ponía un ejemplo: a todos nos ha ocurrido alguna vez ir por una calle y ver unos zapatos que nos llaman la atención en un escaparate, de manera que nos decidimos a entrar. Cuando nos preguntan decimos qué par de zapatos queremos y el número que calzamos; cuando los tenemos en la mano nos ponemos contentos … pero en ocasiones, al probárnoslos, descubrimos que no nos sentimos cómodos en ellos. Existen algunos alimentos que son ricos en determinadas vitaminas, pero sucede que el organismo es incapaz de aprovecharlas debido a que son estructuras no idóneas.

Lo de los tramposos no es en absoluto de mi cosecha, sino del biólogo Mateo Magariños, que aunque nacido en América ha realizado todo su trabajo de investigación en Francia –fundamentalmente en Normandía y Bretaña, donde reside-; simplemente expreso mi total acuerdo con esa frase que pronunció en una conferencia a la que tuve el honor de asistir, ya que no hay sino que preguntar a esas personas que lo dicen, para descubrir que aunque coman variado, lo hacen de forma muy desequilibrada, y justifican un supuesto equilibrio alegando que comen verdura y ensalada, sin tener en cuenta que ingieren proteína animal hasta cinco veces al día, es como si cuando llega el calor siguiéramos con la misma ropa.

La mayor parte de los adolescentes toman leche en el desayuno, embutido en el bocadillo de media mañana, carne a medio día, de nuevo embutido en la merienda y huevo por la noche, supuesto que no se repita la carne. Las verduras y el pescado escasean, alegando en ocasiones por parte de los padres “que no les gustan”. Menuda trampa –de esto trataremos en otro artículo-.

Las proteínas, al igual que el tabaco crean adicción, como ya vimos. Cuando los adolescentes van a estudiar fuera y viven con otros colegas en un piso, las verduras y el pescado desaparecen de sus dietas; el pelo comienza a caerse y el trabajo sobre el hígado y los riñones aumenta, con las consecuencias correspondientes***. Cuando tengo que hablar con ellos les explico que los coches tienen cuatro ruedas, y que si quitas alguna de ellas el coche no va, y que si a una rueda le metemos más presión que a otra, e incluso a alguna no le ponemos aire, el coche tampoco va; y eso es lo que ocurre con la alimentación, si comemos exceso de unas cosas y de otras casi nada, el organismo tampoco puede ir.

(continuará …)

*-“Introduction to the biochemistry of foods”.

**-“Biochemie” –Springer Verlag, Heidelberg-.

***-Henry G. Bieler: “Food is your best medicine”.

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