“Cuando la mujer se jubila, se mete en casa y se vuelve invisible”

"Cuando la mujer se jubila, se mete en casa y se vuelve invisible"

Rioja2

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Su nombre es Ana tiene 53 años y está jubilada. Y, como tantas otras, este próximo 8 de marzo saldrá a la calle para visibilizar las desigualdades que existen entre pensionistas y jubiladas que “ya no estamos en el mercado laboral”. Porque como dice, “cuando la mujer se jubila, se mete en casa, se vuelve invisible y parece que su papel ahora es el de cuidar a todo el mundo hasta que enferma y la meten en una residencia”

“Nadie se acuerda de las mujeres discapacitadas jubiladas”

Creo en la igualdad y creo en la lucha” y eso es lo que lleva haciendo desde que a los seis meses le “atacó” la poliomelitis. Desde entonces, “sigo luchando para que me cuiden personas profesionales porque no quiero que me cuiden las personas que más quiero que son mis hijos. Soy mujer, discapacitada y sindicalista”. Así se define.

Y es que su día a día le permite denunciar “el limbo en el que estamos las mujeres discapacitadas jubiladas, nadie se acuerda de nosotras”. Ahora mismo, cuenta, cobro una pensión algo superior a los 600 euros, una cantidad que considera insuficiente.Tengo una pensión de discapacidad y la teoría dice que es a mí a quien hay que cuidad pero la realidad es otra muy distinta”. Porque en su casa ha sido Ana la que ha llevado todo el peso del hogar. “He sido yo la que ha cuidado, como he podido, de mis hijos cuando han sido más pequeños y ahora, he sido yo la que se ha encargado de todas las labores del hogar porque con mi pensión no me podía permitir el lujo de contratar a nadie que me echara una mano y, mucho menos mi marido se podía pedir una media jornada, no nos llegaba”.

De hecho cuando sus hijos eran pequeños pidió una ayuda “porque básicamente no los podía sostener en brazos, solo quería una ayuda para que alguien los llevara al colegio pero se me denegó porque, tal y como me dijeron, usted es joven, hay gente mayor que lo necesita más que usted”. Y sí, “sí que hay gente mayor que quizás lo necesita más que yo, yo no quiero que a nadie se le quite nada pero a las mujeres discapacitadas jóvenes quién les ayuda, los bebés, los hijos cuando son pequeños. Los vecinos, dice, te echan una mano en lo que pueden, te traen el pan, te hacen unos cuantos recados pero el resto, el peso del día a día recae sobre tí”.

“Un cuerpo joven y una salud de una anciana”

Una vida dura en la que incluso tuvo que elegir entre ella y sus hijos. “Cuando me quedé embarazada me plantearon abortar, incluso me lo planteé pero la inmortalidad está en el recuerdo y quise ser inmortal”. Una inmortalidad que está segura conseguirá a base de lucha. “Cuando mujeres jóvenes como yo nos jubilamos por discapacidad se nos discriminan doblemente”. Ahora, cuenta, llevo asuntos relacionados con los pensionistas y jubilados y “tengo que luchar más para que empaticen conmigo porque no entienden que tengo un cuerpo joven y una salud de una anciana”. Por eso su máxima es “visibilizar la discapacidad, esa gran desconocida”.

Su vida, sus experiencias, su lucha, son un claro ejemplo de por qué el próximo 8 de marzo las calles de las ciudades españolas se tienen que llenar de hombres y de mujeres.Yo iré con mi amiga Paquita, una señora de 90 años que anda más rápido que yo, una señora que, cuando me caigo me dice, tira para adelante que si nos caemos, no nos va a recoger nadie”. Y como le decía a mis hijos, y ahora también a Paquita, hay que ser campeonas....

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