Villaroya, un pueblo casi vacío que se mantiene vivo

Villaroya, un pueblo casi vacío que se mantiene vivo

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Villaroya, un pueblo lleno de minas de carbón y silencio. Un pueblo que a las 9 abre el colegio electoral y a las 9:03 horas ya ha votado el censo. Independiente desde 1789, Villaroya tiene 11,7 kilómetros cuadrados y 5 habitantes que mantienen el pueblo vivo.

El alcalde, dos concejales y otros dos vecinos del pueblo recuerdan los más de 300 habitante que reunió el pueblo en épocas de bonanza y como la despoblación llegó con el cierre de las minas en los años 60.

Pilar Calvo, psicóloga al frente de la Asociación de amigos de Villaroya, ha explicado al periódico El Mundo que “durante el año vive muy poca gente, pero nosotros, los del lugar o con raíces aquí, hemos creado una red de estímulo y protección de nuestro pueblo. Éste no se muere, pertenece al siglo XXI. Organizamos actividades todo el año, desde los talleres de micología a los de literatura. La experiencia en un sitio así es muy especial.Tener claras las raíces es esencial en un momento tan desarraigado”.

Los vecinos también cuentan como el pozo de agua que encontraron en los 70, “cuando ya sólo quedábamos un puñado de nosotros”, revitalizó un poco el pueblo, ya que como dice El Mundo “con el pozo los vecinos se olvidaron de acarrear el agua de la fuente. Las mujeres dejaron de bajar o trepar cuestas para hacer la colada. El agua es un corazón que bombea todo: de la lavadora a las borrajas. El futuro pasa por el grifo”.

La vida en Villaroya hoy es tranquila, los vecinos se dedican a ver pasar las horas, “un día se parece a otro, pero no falta qué hacer”, ven el mundo de otra forma, con poca prisa; la comida es de vinos, queso, pan de hogaza y salchichón de corzo; y la memoria el patrimonio de “demasiadas vidas juntas”.

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