Creando en una aldea: el pintor Antonio Montiel se aleja de las 'contaminaciones artísticas' en Navalsaz

Creando en una aldea: el pintor Antonio Montiel se aleja de las 'contaminaciones artísticas' en Navalsaz

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Desde que dejó su plaza como profesor en Fuerteventura y se mudó a Navalsaz en 1985, el pintor Antonio Montiel apenas echa de menos la ciudad, incluso asegura que“echa de más algunos hábitos que se han ido trasplantando de la ciudad al pueblo”. Montiel desarrolla su obra alejado de “contaminaciones artísticas”, en contacto directo con la naturaleza: “un amanecer nevado con sol te mete el brillo en los ojos y eso se traslada a tu obra”.

Montiel nació en Arnedo y, tras vivir en el País Vasco y en Canarias, decidió volver a La Rioja, ya que cuando era pequeño pasaba temporadas en Navalsaz, cuna de su abuela materna, Severina, y “esa huella viajó siempre conmigo”. Pero no se instaló en esta aldea sólo por razones sentimentales, sino también por aportar su granito de arena contra la despoblación y porque le fascinaba vivir cerca de la naturaleza. En Navalsaz encontró el entorno perfecto para desarrollar su obra: “sentí que de mis raíces brotaría el fruto de mi trabajo”.

Navalsaz es una de las cinco aldeas que dependen de Enciso. Se despobló en los años 80, como otros tantos municipios, y actualmente acoge a seis vecinos, aunque los fines de semana la población aumenta e incluso cuenta con seis 'hotelitos' rurales.

Para Montiel, son muchas las ventajas de vivir aquí todo el año: “puedes percibir la diferencia entre las estaciones y si hay compromiso, disciplina, en su mejor sentido, y voluntad, la cuestión de poca o mucha gente se disuelve. Donde humea una chimenea, no está el pueblo vacío”.

En esta zona vive gente de todo tipo: jubilados, ganaderos, intelectuales, gente joven... “La comunicación no es mucha, porque somos pocos, pero es más consecuente”. Destaca también la solidaridad, “ineludible por las condiciones de vida”. Así, no son pocas las ocasiones en las que “tienes que salir en pleno invierno a remolcar un coche atrapado en la nieve”.

Su obra

En este entorno natural, Montiel puede trabajar a gusto. “La velocidad se ralentiza, casi se anula, y es bueno que no venga gente a darte la chapa. Aquí te cunde más el trabajo”. Aunque a él no le gusta hablar de inspiración, reconoce que “si estás en armonía con tu entorno, la libertad prima y de ella surge la creación, que es el trabajo en libertad”. Además, la naturaleza está en cambio constante y eso “te ayuda a mantenerte despierto”.

Montiel busca así “evitar las interferencias”. “Debemos consumir cuanto más mejor y las manifestaciones artísticas no se libran de la enfermedad del hiperconsumo y las modas. Así perdemos identidad y originalidad”.

Navalsaz y su historia el aportan “datos” que incluye en su trabajo, “en transformación continua”. De este modo realiza trabajos para clientes y también obras más intimistas, como un óleo en el que ahora está trabajando en el que homenajea al histórico ciprés del cementerio de Arnedo.

Un nuevo proyecto

Gran parte de sus esfuerzos se están centrando también en el proyecto 'Los hijos del carpintero. Geometría y gesto en madera', en el que crea esculturas en madera “en una línea estética poco convencional” junto a su hermano Luis, ebanista y escultor. Su intención es exponer las esculturas de los dos (las suyas más gestuales, las de su hermano más geométricas) con “peculiaridades enfrentadas pero dispuestas con el máximo equilibrio”, pero necesitan una “infraestructura potente” para albergar una muestra de tal envergadura.

Lo cierto es que Montiel no tiene tiempo para aburrirse. Este verano, junto a varios amigos, ha instalado una composición de piedra y madera en la plaza de Navalsaz. Además, trabaja en su casa, va al huerto... “en los pueblos se para poco y se corre menos”, explica. Pronto los veraneantes dejarán el pueblo y volverá quedarse a medio vacío, pero Montiel no teme a la soledad: “es una buena compañera. Si estás rodeado de cosas que te gustan, uno mismo también se acompaña”.

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