“Dormíamos los tres hermanos con mi madre y con la puerta trancada con una silla”

"Dormíamos los tres hermanos con mi madre y con la puerta trancada con una silla"

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No puede identificar la primera vez que sintió de cerca la violencia machista. “Yo siempre lo he vivido, desde que nací”, asegura con rotundidad esta joven riojana que hasta los 16 años, cuando sus padres se divorciaron, vio como su padre maltrataba a su madre a diario.

“Inútil, soy mejor que tú, no sirves para nada, no eres capaz de...” eran insultos que su padre dirigía a su madre y que retumbaban en sus oídos cada día. “Además, era por tonterías, si el cuchillo estaba colocado donde a él no le gustaba había follón tres días”, recuerda. Así, vivió hasta hace 5 años entre gritos y empujones que le hicieron rechazar a su padre desde siempre.

Marta es la mayor de tres hermanos y desde muy pequeña se convirtió en la voz que defendió a su familia de los ataques de su padre: “era la única que gritaba, que me revolvía y al final era peor”. No entendía que su madre se callara y la culpaba de todo, su relación se hizo complicada “y ahora, bueno, ahí vamos”.

“Mi madre nos protegía muchísimo, se lo tragaba todo”

A pesar de que esta joven afrontó la situación con mucha rebeldía, todos los ataques se los llevaba su madre. “Sí recuerdo algún empujón a mis hermanos y a mí alguna vez contada, pero es que mi madre nos protegía muchísimo, no permitía que hubiera violencia contra nosotros, se lo tragaba todo ella”, cuenta. Hoy tiene 21 años y lleva grabado a fuego lo que siempre les repetía su madre: “no os preocupéis, todo va a salir bien, yo lo arreglo todo”.

Así se lo repitió su madre cuando una vez los vecinos llamaron a la Policía. Entonces, su madre “cometió un fallo grande”, considera Marta. “Los Policías vinieron a casa, mi hermano y yo le gritábamos que lo denunciara, la Policía también se lo preguntó”. Pero no, la madre de esta joven no denunció nunca a su padre, que hoy no tiene antecedentes.

Aquellas vivencias estaban marcando el carácter de Marta sin que ni siquiera ella se diera cuenta. “Yo en el momento pensaba que todo lo hacía bien, pero con los años me he dado cuenta de que mis amistades las perjudicaba yo sola;” -explica- “yo me quedaba sola a pulso, era muy estricta, muy mandona, a todo le ponía pegas”.

“La palabra es miedo”

Cuando su madre se divorció ella tenía 16 años, su hermano, 14, y su hermana pequeña, 8. “Afortunadamente, consiguió divorciarse lo más rápido que pudo y en un mes este señor estaba fuera de nuestra casa”, recuerda la joven.

Sin embargo, el último mes fue el más duro que ha pasado Marta en su vida. “Los tres hemanos dormíamos todos juntos con mi madre, con la puerta cerrada, trancada con una silla”, cuenta esta joven que tiene muy claro cómo definir aquella situación: “la palabra es miedo”.

En esas semanas previas al divorcio hubo momentos de gran tensión. “Estando en el pueblo de mi padre, su familia echó la culpa de todo a mi madre y nos llegaron a echar de la casa durante la noche”. Recuerda rabia, a su madre paralizada, sin saber qué hacer.

Otra vez, cuando habían ido a visitarle a Valencia, donde Marta estaba haciendo un curso, su padre se iba del hotel y no sabían cuando iba a volver. “Yo no comía, no dormía, sentía una tensión constante”, relata.

La situación de odio no paró del todo, su padre la denunció y ella hizo lo propio con él, denunció a su padre por acoso “porque me seguía por la calle y me hacía fotos”. Esta actitud fue en especial con los hijos, aunque es cierto que su madre entonces “no salía mucho de casa”. “Ahora trabaja, se ha puesto a estudiar...”, celebra su hija mayor.

El divorcio no impidió que la hermana pequeña tuviera que ir con su padre debido a que este no tiene antecedentes “y todavía va”. Los dos mayores, con 16 y 14 en aquel momento, sí que pudieron decidir no acudir nunca con él. “Mi hermana se lo traga todo, sabe manejar la situación, pero nos cuenta que en esa casa sigue habiendo gritos y odio”, explica. “Ahora está con otra mujer y a veces la echa de casa, es una relación tóxica e inestable”, considera según lo poco que les cuenta la hermana pequeña.

Apóyame

Después del divorcio, acudieron al programa Apóyame del Gobierno de La Rioja dirigido a menores que han vivido situaciones de violencia de género. Se trata de un tratamiento psicoeducativo que a lo largo de 10 sesiones trabaja de forma individual, grupal y con la madre. “Me quedé muy contenta, me sirvió mucho, aunque el trabajo no acaba ahí, hace falta trabajo en casa”, valora.

La violencia machista es una lacra que no conseguimos erradicar. Marta, como víctima de la violencia de género por ser hija de una mujer maltratada, considera que falta educación. “Hay que inculcar desde pequeños que somos seres totalmente iguales, que no eres más por ser hombre ni menos por ser mujer”, reivindica. También piensa que hace falta generalizarlo, que se den a conocer casos como el de su familia.

Esta joven sabe que haber sufrido tan de cerca la violencia machista le ha marcado para siempre. Se siente orgullosa de haberlo superado y de que su madre también lo haya hecho. Cuando tiene algún día malo o cuando la carrera que está terminando se hace cuesta arriba, piensa: “si pude con aquello, como no voy a poder con esto que es lo que me gusta”.

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