Dos joyas en el Festival de San Sebastián: The Father y Never Rarely Sometimes Always

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Never Rarely Sometimes Always, por Isabel Ribote

En la sección oficial de Perlas de San Sebastián se esconde grandes y pequeñas joyas del cine internacional que son apuesta segura. Se proyectan piezas de mucha calidad que han sido galardonadas en otros festivales y llegan a Donosti para ser disfrutadas por los amantes del cine que viven esta estupenda oportunidad como una fiesta.

Never Rarely Sometimes Always es una de estas perlas que viene de alzarse con el Gran Premio del Jurado en el último Festival de Berlín y con un Premio Especial del Jurado en Sundance.

Pieza sutil e intimista, este trabajo de la directora Eliza Hittman nos pone en la piel de Autumn, una chica de 17 años que descubre que está embarazada e iniciará un viaje físico y emocional para, de una forma sorprendentemente madura y serena, resolver el problema sin perturbar la vida de los suyos y seguir adelante con una existencia rutinaria, anodina y gris.

Puede parecer un argumento manido y repetido, pero pronto descubriremos que no es así. La amistad incondicional, el cariño, la delicadeza de la femineidad y la confianza que ella y su prima Skylard se profesan contrastarán aquí con la torpeza y lo indigno de aquellos que aprovechan la vulnerabilidad de otros para hacerse poderosos y someter a los que perciben como débiles.

Una película que esconde numerosos secretos en los gestos, los silencios y las palabras susurradas que conducen al espectador atento a sacar sus propias conclusiones sobre cómo y por qué Autumn ha llegado hasta allí.

Sin duda un tipo de cine silencioso y tenue que pasa de puntillas sin hacer ruido, pero que se clava como un anzuelo en el alma y sigue viviendo en nosotros tiempo después del final de la película.

The Father, por Susana Igea

The Father es una película que duele, y duele porque te lleva un sitio al que no quieres ir o al que si has ido, no quieres volver. Duele meterse en la piel del desconcierto y del miedo, duele colarse en un cerebro confuso, agotado y secuestrado por el devastador Alzheimer.

Un magistral y orcarizable Anthony Hopkins cede su cuerpo al espectador para hacer ese tortuoso recorrido, cede la mirada tan característica de la demencia y nos hace protagonistas de su historia.

Acompañado en el papel de hija por la excepcional Olvia Coldman, la cinta es capaz de combinar la cruda realidad con una delicadeza exquisita.

Alejada de los cánones narrativos, descriptivos y factuales con los que se suelen presentan este tipo de películas, el director Florian Zeller, da un paso más allá poniendo a todos los personajes al servicio de la mente del protagonista en una suerte de baile desordenado y confuso.

Después del pase de prensa, en la salida del Teatro Principal, algunos jóvenes cinéfilos bostezaban con gesto mohíno, mientras que otros, pañuelo en mano, los observábamos con cierta envidia, porque probablemente a ellos nunca les ha tocado estar en ese lugar al que duele tanto regresar.

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