Desde la trinchera de la UCI: “Yo no quiero aplausos, lo que quiero es que la gente se conciencie”

Desde la trinchera de la UCI: "Yo no quiero aplausos, lo que quiero es que la gente se conciencie"

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La UCI del Hospital San Pedro es, en estos momentos, 'zona de guerra'. No hay manera mejor de definir lo que se está viviendo en esta unidad esta semana, con nuevos ingresos cada día y con ellos nuevas necesidades. Ya se han comenzado a habilitar quirófanos como salas UCI y se prevé que lo peor está por llegar. “No salimos de una ola y ya estamos en otra y es una ola tremendamente dura, casi como la primera”, lamenta Gemma Bonafau, enfermera en esta unidad.

A día de hoy (viernes 22 de enero), hay 39 pacientes en la UCI riojana. Esta unidad, que está al 87% de su capacidad total, no ha parado de ampliarse desde la primera ola. Cuando comenzó la pandemia, contaba con 17 camas y se creó una unidad de polivalentes críticos con 15 camas más. Luego se han ido añadiendo más salas hasta 54 y ahora se van a usar también quirófanos convencionales. Y es que la tendencia apunta a que estamos lejos de doblegar la curva. Todo lo contrario, estamos ante “un frontón”, en palabras de la presidenta de La Rioja, Concha Andreu, y se prevé llegar incluso a 80 pacientes en la UCI.

Su plantilla, como todos los sanitarios, llega tocada a esta tercera ola. “Estamos destrozados, tanto a nivel físico como psicológico”. Gemma explica que no es fácil encontrar intensivistas y estos están realizando “una maratón de guardias”. En cuanto al personal de enfermería, sí que cuentan con plantilla suficiente, pero ha sido necesario formar a gente nueva para trabajar en esta unidad. Gemma destaca el trabajo de su supervisora, Pilar Espinosa, y también el de todos sus compañeros, para sacar el trabajo adelante: “hay un gran compañerismo, somos todos uno. Trabajamos dándolo todo, es como una guerra viral”. Todos ellos siguen a rajatabla el protocolo y ha habido escasos contagios en la plantilla.

El día a día en la UCI

No es un trabajo sencillo. “Te duele la cabeza con el EPI, no vas al baño, tienes sensación de claustrofobia...” Al llegar a casa, está el miedo de contagiar a la familia. Gemma reconoce que ha cambiado mucho su vida con la pandemia: “vivo en Viana y he ido a la plaza del pueblo solo dos veces en estos meses. No he pisado un bar, no me he juntado con mi familia en Navidades, tengo a mi hijo de 15 años medio confinado en casa y tengo que tomar pastillas para dormir”.

Y lo peor es ver lo mal que lo pasan los pacientes. “Al principio nos íbamos llorando a casa todos los días. Se morían siete de cada diez pacientes”.

“Te viene un paciente muerto de miedo, solo te ve los ojos y le dices que con todo el dolor de corazón que lo vas a dormir. Te preguntan cuántos días van a estar dormidos... Es muy duro”, añade Gemma, quien destaca que ya en la segunda ola sabían manejar el tipo de paciente, con lo que la situación mejoró, pero eran ingresos de larga estancia. Ha habido personas que han estado más de 60 dias en la UCI.

Hemos tenido algún paciente que ha ingresado en octubre y ha despertado en enero. Se despiertan desubicados y se deprimen mucho, por eso hemos dejado a algún familiar pasar o hacemos videollamadas. Prima más verles una sonrisa cuando están despiertos, ver que pase lo que pase por lo menos han visto a su familia”.

Lo cierto es que todavía hay pacientes de la segunda ola en la UCI y ya se está llenando con nuevos ingresos de la tercera. Y son personas más jóvenes que al principio de la pandemia.

“Esta tercera ola se está empezando a parecer a la primera, pero con una media de edad de 60-62 años. Hay incluso gente joven sin patologías o pacientes asintomáticos que sufren un ictus o un infarto”. Y los que salen “salen muy tocados, con muchas secuelas y necesidad de rehabilitación”.

Este es su día a día, una rutina muy dura que hace todavía más incomprensible la actitud de algunos. “Estamos enfadadas y preocupadas. Han pasado dos olas y la gente sigue sin aprender lo que está pasando. Yo no quiero aplausos, quiero que se conciencien de que esto no es una bobada. Nos tienen que ayudar”. Gemma no ve todavía la luz al final del túnel: “este año lo veo con mascarilla”.

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