“Viví la explosión de un oleoducto en Kenia, eso te enseña qué es la desesperación y la pobreza”

"Viví la explosión de un oleoducto en Kenia, eso te enseña qué es la desesperación y la pobreza"

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Su vida está marcada por los viajes y el periodismo internacional, sobre todo centrado en los derechos humanos. Tras dos años sin volver a casa después de que la pandemia le pillara en China, el periodista riojano Javier Triana vuelve a casa para presentar su libro Matumbo este jueves en la Biblioteca Almudena Grandes a las 19.00 horas. Pero sobre todo para descansar de años en los que ejercer su profesión era sinónimo de presión y control.

Desde la misma cafetería donde escribió muchas de las página de Matumbo (publicado en febrero de 2021), reflexiona sobre la importancia de dar voz a los protagonistas de las historias, sobre los aprendizajes que le dejó Kenia y sobre las diferencias entre cómo se abordó la pandemia en China y cómo se trató aquí.

¿Qué pueden encontrar los lectores y lectoras en Matumbo?

Es un libro sobre Kenia, pero en realidad aborda temas de actualidad internacional que están debatiéndose en todas las partes del mundo, como el problema medioambiental, el conflicto entre tradición y modernidad, la lucha feminista, el deporte como agente del cambio o a nivel más específico, los países poscoloniales. Un tema como la corrupción también, que lo tenemos muy presente. Es el segmento que le toca a Kenia de una serie de temas internacionales.

Está presentado no solo en forma de viaje, si no como un juego de cómo yo me fui encontrando con esta información. No es un libro lineal, sino un puzzle. Cree que el aprendizaje no es lineal, es a retales y trato de replicar la experiencia: hay recortes de periódicos, informes, conversaciones, fragmentos de libros… Y de esa forma, un poco desordenada, trato de montar el rompecabezas.

¿Se ve el trabajo del periodista?

No especialmente, he tratado de huir. Las pocas veces que salgo en el libro es para reírme de mí mismo. Pero porque es así, sobre todo cuando estás en un país que te es tan ajeno y que necesitas tanta ayuda de gente de allí, de periodistas locales, que te dan pistas. Y se ven las miserias del periodismo; la figura de los corresponsales se suele presentar con una visión romántica y realmente dista de la realidad, que es precaria.

Matumbo significa tripas en suajili.

Quería hacer ese juego, contar las tripas de Kenia. Quería escribir algo reposado, con contexto, tratar de contar cómo las cosas han llegado a este punto, ver la interconexión del país con el resto del mundo, que es mucho más que lo que la gente se piensa. No sé si saben que muchas de las rosas que se venden en Europa vienen de Kenia, hay muchos invernaderos, y ese cultivo intensivo trae explotación laboral, contaminación…

“En el África subsahariana hay muchos periodistas que quieren protagonizas sus historias”

¿Falta darle voz a los protagonistas? Creo que tú has apostado por eso en Matumbo.

En el África subsahariana hay muy buenos periodistas, pero hay muchos que quieren protagonizar sus noticias. Lo que hemos aprendido siempre es que el periodista no es el protagonista, tiene que ser un observador externo. El periodista no tiene que ser la noticia. Cuando están informando sobre algo, lo que tu pienses o sientes no es lo importante. Apártate de la cámara y muéstrame lo que está pasando.

Me interesan mucho las historias habladas desde siempre. El poder leer alguien que te cuente en sus propias palabras lo que está sucediendo me resulta más atractivo y creo que habrá gente que le pasa lo mismo.

¿Alguna historia te ha marcado para siempre?

Sí, muchas me van a acompañar, pero una especialmente. En Matumbo hay un capítulo que se titula Chabolistán, que puede que sea la cobertura más traumática que me haya tocado jamás y básicamente fue la explosión de un oleoducto sobre el que se asentaba un poblado chabolista y hubo más de un centenar de muertos quemados vivos. Estuve varios días con pesadillas. A la vez, aunque de manera brutal y que preferiría haberme ahorrado, te da un poco la medida de lo qué es la desesperación y la pobreza.

¿Cómo empieza un periodista riojano a salir a países en vías de desarrollo y a contar sus realidades?

Por cabezonería y un poco por suerte o casualidad. La primera vez que trabajé como periodista en el extranjero fue en 2008, en Pekín, con las prácticas del Master de la Agencia EFE. Confirmó lo que sospechaba: que lo que me gustaba era escribir y viajar. Después, volví y estuve un año y medio en Madrid y en 2010 trabajé en la web de la FIFA.

Con un compañero de Costa de Marfil me di cuenta que desconocía lo que pasaba en África y me empezó a atraer. Trabajando en la FIFA tuve que viajar a la Sudáfrica para cubrir el Mundial de fútbol, pero estando allí dejé el trabajo y fui a la delegación de EFE. Había una vacante en Kenia y en septiembre estaba allí, me quedé tres años y medio.

“Escribir sobre Kenia tiene el asunto emocional de las primeras veces, fue mi primer destino”

¿Por qué países has pasado?

Después de Kenia, en 2014 estuve en Filipinas, de 2015 a 2017 estuve en Turquía y 2018 hasta hace dos meses estuve en China.

Y de todos ellos, ¿por qué escogiste Kenia para el libro?

Cuando me fui de allí, tenía muchas ganas de escribir algo reposado y darle forma a historias que tenía. En aquel momento me parecía que era un lugar un poco desconocido, que no había muchas obras sobre Kenia en castellano y quería hacer algo distinto, tratando de individualizar en el país. También tenía el asunto emocional de las primeras veces, Kenia fue mi primer destino como corresponsal, y parece que las primeras veces tienes los ojos más abiertos.

¿Cómo fue el contraste cultural de esas primeras veces?

A nivel de diferencias culturales, es difícil estar más lejos que con China. Pero la comunidad que te creas suaviza y tiene mucho que ver con la experiencia que tienes.

Matumbo trata de reflejar ese choque cultural cuando llegas sin tener ni idea. Todo te supera, no te enteras de nada. Por eso el libro empieza fuerte, para que el lector piense “¿qué me está contando este si no tengo ni idea?”. Para mí era parte del juego, quería hacer que la gente experimentara cómo me enteraba yo de las cosas.

¿Dónde has tenido las mayores dificultades para trabajar con libertad?

China es de largo el más difícil. Estás muy fiscalizado, siguen muy frecuentemente todo lo que escribes. Nos espían, nos hacen seguimiento, nos entorpecen nuestro trabajo, nos ponen trabas y se siente en el día a día, el bombardeo propagandístico y es muy duro. Lo que existe allí es propaganda, no periodismo, no les interesa.

Son años de discurso ultranacionalista en el que todos los males vienen del extranjero, el virus viene del extranjero, los periodistas extranjeros solo mienten… Entonces, por trabajo, tener que leerte la propaganda oficial que se dedica a insultarte, al final, tiene impacto.

“Desde China alertábamos de la pandemia, pero en España y en casi todo el mundo se eligió no querer saber nada”

Estabas en China cuando empezó la pandemia, ¿cómo lo viviste?

Fue un momento de mucha incertidumbre. Soy una persona previsora y organizada y siempre tengo buena despensa en casa, aunque cuando compras no piensas que va a haber una pandemia. Pero es que entonces mi casa pasó a ser un supermercado. No sabíamos nada.

En otros países, como en este y en la mayoría, se eligió no querer saber nada. Nosotros ya estábamos alertando, lo que añadió frustración y el miedo por la familia y las amistades. Esa incertidumbre duró poco porque pronto se vio que no iba a haber desabastecimiento.

En Pekín no estuvimos confinados en ningún momento. Era recomendación salir solo para lo imprescindible y yo todos los días salía una hora a hacer compra y darme un paseo porque afrontar ese estrés encerrado en casa trabajando porque el coste mental era alto.

Enseguida, a través de medidas muy radicales y con mucho coste sobre todo mental, consiguieron controlando. A finales de febrero ya estaba sin mascarilla en un restaurante tomando algo. Con precaución, pero durante estos dos años hemos hecho vida normal, con ciertas restricciones, con mucha presión por no poder salir del país y no poder venir aquí. Salir del país significa hacer una cuarentena de al menos dos semanas en la habitación de un hotel que no eliges tú pero sí pagas tú, te tienes que someter a todos los análisis clínicos que te digan las autoridades, sin saber que se hace con esa información.

“Creer en la responsabilidad individual dignifica a las personas”

Con esa experiencia, ¿cómo ves cómo lo hemos afrontado aquí durante estos dos años?

Ni tanto ni tan calvo. En los dos meses que llevo aquí siento muchísima menos presión. El sistema chino es papá Estado decidiendo todo por los ciudadanos. Aquí dan mucha más confianza a la ciudadanía, y hay gente muy responsable y gente que actúa de manera muy poco responsable. En China hay poco margen para actuar de forma irresponsable, eso sí, pagan justos por pecadores y todo eso tiene un desgaste mental y físico muy importante, se hace difícil.

En España y otros países se han dado muchos bandazos, en China una vez se decidió una cosa se ha seguido con ello, pero no quiere decir que esté bien hecho. Reitero el coste mental, pero también hay gente que se dedica al turismo extranjero que se ha arruinado.

Cierto es que están controlando el virus, pero yo me siento más tranquilo aquí, creer en la responsabilidad individual dignifica a las personas y creo que es el modelo que tendríamos que seguir. Hace falta mucha educación y es un esfuerzo a muy largo plazo pero yo creo que es el camino.

¿Y el futuro? ¿Más viajes o vuelta a casa?

No lo sé, de momento estoy en Logroño descansando porque han sido años muy duros. Tengo varias ideas en la cabeza. Es un momento difícil para tener certidumbres y de momento estoy disfrutando de mi familia y amigos, con los que no estoy desde principios de 2020. Por el momento necesito recuperarme y luego ya veremos.

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