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Hermoso de Mendoza, puerta grande en La Ribera

Hermoso de Mendoza, puerta grande en La Ribera

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Pablo Hermoso de Mendoza corta dos orejas en una soberbia faena al primero de la tarde, Manzanares corta una y una en cada uno de sus toros y Urdiales logra un apéndice al que se corría en segundo lugar.

Se han lidiados dos toros de Carmen Lorenzo para rejones de diferente juego y cuatro toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados y de juego desigual. Media plaza.

Hermoso de Mendoza ha cuajado una de las faenas más completas de las últimas temporadas en nuestra plaza. Soberbio estuvo desde salida con un gran toro de Carmen Lorenzo que permitió que el torero navarro se reencontrara, a pesar de los muchos años que lleva viniendo, con la afición logroñesa. Rubricó la faena con un rejonazo fulminante que le valió las dos orejas.

Con el cuarto, un zambombo que se aquerenció desde principio de faena, intentó repetir el triunfo conseguido pero sin llegar a enloquecer al público por la propia condición del toro. Tras otro rejonazo, le hicieron falta tres toques de verduguillo para acabar con él. Silencio

Tras un frío saludo capotero al primero de Juan Pedro, que aun falto de fuerzas recibió dos fuertes puyazos, Urdiales comenzó su faena con ayudados por alto. Había que cuidarlo y Urdiales le consintió en las primeras tandas en redondo y a media altura. Y aunque no dejó de cuidarlo lo más torero de la faena y casi de la tarde de a pie llegó por el izquierdo con tres, solo tres, pases despaciosos que hicieron levantar los tendidos. Siguió por el izquierdo a pies juntos, encajado de riñones enroscándose al toro al natural en la última tanda de la faena. Estocada entera y caída. Oreja.

Con el quinto, un toro mansurrón, que tiraba al final del muletazo un cabezazo, un poco incómodo. Requería mano baja para someterlo y basó su faena en la media altura. Por el izquierdo el toro no mejoró y los naturales no salieron sin enganchones de las manos del arnedano. Al final de faena se impuso al toro pero sin llegar a remontarla. Fallo con la espada y el verduguillo, Diego saludó desde el tercio.

El tercero de Juan Pedro Domecq adoleció de fuerza pero tuvo una embestida noble y con buena condición que condicionó la labor de Manzanares, que lo tuvo que cuidar en exceso llevándolo siempre a media altura. Sólo se pudo lucir al natural sacándole algún pasaje de gran mérito por su torería y sentido de la despaciosidad. Estoconazo, quizás el de la feria, oreja.

Con el sexto y último de la tarde Manzanares volvió a tirar de paciencia torera y le enseñó hasta a embestir. Un toro sin clase y sin fuerza que en sus terrenos y a base de consentirle despacio logró medio brillar con su, de nuevo, torería que le caracteriza. Insistió y al final se hizo con el mansurrón toro. Falló a espadas a la primera y el premio quedó en una oreja.

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