Superviviente de la violencia machista a los 22 años: “No me siento víctima sino guerrera”

Superviviente de la violencia machista a los 22 años: "No me siento víctima sino guerrera"

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Laura creía que estaba sola en el mundo pero ha descubierto que su historia es la de muchas otras mujeres, algunas tan jóvenes como ella. Ahora tiene 22 años pero su infierno comenzó con 18. A los 19 ya se sentía en un callejón sin salida y a los 21 recibió la primera paliza del hombre que supuestamente la amaba.

Como tantas otras adolescentes, Laura comenzó a subir la escalera de la violencia sin darse apenas cuenta. “Al principio todo era normal, bueno, a mí me parecía normal. Sí que era celoso e intentaba controlar un poco con quién me veía, le molestaba un poco que quedara con mis amigos de toda la vida, que me saludara por la calle alguien a quien no conocía, pero la verdad es que no caí en que realmente me estaba reprimiendo porque todo lo disfrazaba de amor y protección y yo caí en sus redes”, cuenta.

Pero esos enfados iniciales, ese control y esos chantajes fueron creciendo y “para cuando llegó lo peor yo ya le había dejado subir demasiados escalones, me sentía pequeña, ni siquiera me sentía yo”. Laura explica que la violencia no llega de un día para otro, que ella misma se daba cuenta de algunas cosas pero “el amor que sentía me tapaba por completo los ojos y me decía a mí misma que tenía un mal día, que iba a cambiar”. Poco a poco se fue dando cuenta de que no podía seguir viviendo así pero no encontraba la oportunidad de salir de allí: “él estaba siempre conmigo, me acompañaba a todas partes, incluso al médico, estaba todo el día encima de mí”.

Pasó del control psicológico a la agresión física cuando llevaban tres años juntos. Laura ni siquiera recuerda cómo comenzó aquella discusión pero sí tiene grabados cada uno de los golpes porque “no comenzó con una bofetada sino directamente con una terrible paliza”. Recuerda que ella le dijo que no podía más, que tenían que separarse. La respuesta de él fue clara: “me dijo que la única forma de salir de su lado sería metida en una bolsa”.

Cuando paró de golpearla ella estaba en shock, no entendía cómo había llegado a ese punto. En ese momento ella estaba embarazada de su segundo hijo, los golpes los recibieron ambos. “A partir de entonces yo me encerré en mí misma y apenas salía de casa, ni para comprar el pan. Estaba totalmente deprimida y lo único que quería era cuidar a mi hijo”, cuenta con voz firme y lágrimas en los ojos, “estaba rota por completo pero no tenía a nadie que me ayudara a salir de allí”.

Para cuando Laura empezó a sentir que tenía que escapar él ya la había alejado de todo su entorno. Ella tiene claro que nunca nadie sospechó nada porque eran la “pareja ideal” pero cuenta al mismo tiempo que a veces le preguntaron cómo se había hecho las marcas que tenía en la cara. “Cuando alguien me preguntaba qué tal estaba, por dentro me daban ganas de chillar, de pedir ayuda a gritos, pero no me salía la voz. Era una pesadilla de la que no me terminaba de despertar nunca”, cuenta, “me inventaba accidentes, historias de todo tipo, me convertí en una mentirosa profesional”.

Ahí recaía parte de su sentimiento de culpa. “Siempre he sido una persona con mucho carácter, me hago respetar”, explica mirando directamente a los ojos, “por eso fue tan duro asumir que la situación se me había ido de las manos, me sentía una mierda, sentía que no podía hablar, sentía que me merecía lo que me estaba pasando, al mismo tiempo sabía que no pero me decía a mí misma que tenía que aguantar porque le quería”.

Cree que nunca lo contó en parte por la vergüenza. “Me sentía humilladísima y sentía que, si lo contaba, la gente de mi entorno me preguntaría cómo lo había consentido, me sentía avergonzadísima. La gente no se imaginaba lo que realmente estaba pasando. Toda mi vida era una farsa”.

“Además él no me permitía ni siquiera estar triste”, continúa, “yo sabía que aunque me volviera a dar otra paliza tendría que volver a fingir estar bien, una y otra vez, me decía que no podía verme mal porque me quería. ¿Cómo vuelves a confiar en alguien cuando la persona que supuestamente te ama te hace vivir todo eso? Y no hablo sólo de lo físico sino sobre todo de lo psicológico. Él no me valoraba y me hacía sentir que todo lo hacía mal, no sabía hacer nada, lo que cocinaba estaba malo... Llegué a sentir que no podía respirar”.

Y es que tiene claro que duele mucho más lo psicológico que las palizas: “Con una palabra me destrozaba toda la semana. Cuando me despreciaba o también cuando me pedía perdón. Sus perdones eran continuos y decía siempre una frase que me hacía explotar por dentro. Me decía: 'yo no quiero pegarte, tú te haces pegar'. Con esa frase me daba cuenta de que no se arrepentía sino que disfrutaba haciéndome daño”.

Golpes, insultos, machaque psicológico y también violencia sexual. Tras una de aquellas palizas, Laura sufrió la primera agresión sexual por parte de su pareja. Ella le dijo una y otra vez que no quería pero el siguió y la violó. “Estoy segurísima de que en ese momento él sintió que yo le pertenecía por completo y eso le hizo crecerse todavía más, sentir que crecía su poder sobre mí, yo lo noté”. Y así fue. A partir de ese día su vida se convirtió en una rutina de palizas y violaciones.

“Prefería vivir en la calle que seguir a su lado”

Y en medio de esa rutina llegó el día. La maleta llevaba un año escondida debajo de la cama esperando ese momento. “La noche anterior me dio un ataque de ansiedad y pensé que tenía que salir de allí como fuera”, recuerda Laura. Fue durante las pasadas fiestas de San Mateo. Aprovechó que él se había ido a trabajar para recoger las cosas que podrían necesitar de emergencia y salir con sus hijos por aquella puerta.

Lo hizo por ella pero también por los pequeños. Tienen uno y dos años y en sus primeros meses de existencia vieron de todo. “Llegó un momento en el que el mayor corría a esconderse cada vez que veía a su padre gesticular o hacer un gesto de enfado porque le aterraba la situación”.

Ese día fue directamente de casa a la Policía Nacional. Puso una denuncia, se interpuso la orden de alejamiento y un día después los tres estaban ya en un alojamiento de emergencia. “A partir de ese momento todo cambió, empecé a ver la vida con otros ojos, jamás imaginé que iba a estar tan apoyada y tan respaldada porque ese era mi principal miedo, pensar que nadie iba a ayudarme, un miedo real que no me dejó salir antes de allí”. Cuando decidió acudir a la policía no sabía lo que vendría después pero tenía claro que prefería quedarse en la calle que volver a su lado.

“No me siento víctima sino guerrera”

Ahora vive en un piso del Gobierno de La Rioja para mujeres y menores. Pasa sus días acompañada y rodeada de apoyo y cariño. “Aquí nos han ayudado de todas las formas posibles, a todos los niveles, jamás hubiera imaginado algo así”, explica, “también he conocido a otras mujeres en situaciones parecidas a la mía y eso me ha ayudado mucho. Somos como una gran familia y daría la vida por ellas porque se lo merecen todo”.

El apoyo psicológico ha sido clave tanto para ella como para sus hijos. “Ahora me levanto cada día y pienso que soy feliz, tengo ganas de salir adelante y hacer cosas; he pasado de mirar atrás y verlo todo oscuro a tener ganas de comerme el mundo”, afirma con una amplia sonrisa, “y los niños ahora son otros. Antes sólo miraban al suelo, no sabían relacionarse, estaban asustados cuando conocían a alguien y ahora ríen y yo les miro y pienso que qué maravilla que hayamos salido de ahí”.

A pesar de todo, Laura no se considera una víctima. “Me han sucedido una serie de circunstancias porque no supe ver las cosas tiempo; pero ya está, me ha pasado y punto, eso no va a hacer que me sienta víctima sino más bien una guerrera porque he salido de una situación de la que pensaba que no podría salir nunca y además tengo claro que no volverá a pasarme”, continúa.

“A las mujeres que están ahora en esa oscuridad les diría que no tengan miedo, que hay muchas personas que son capaces de ayudarnos, aquí yo me siento a salvo. Que no tengan miedo de salir de allí, que puede que mañana no lo cuenten, que no tengan miedo, que sean fuertes, que no están solas, que el riesgo lo tienen al lado disfrazado de amor”. Es firme cuando asegura que ya no tiene miedo, “ya nada me asusta, incluso salgo a la calle sabiendo que él está por ahí porque estoy muy apoyada y la policía me ha ayudado también muchísimo”.

Sabe que hay chicas muy jóvenes como ella envueltas en relaciones de abuso. A ellas les pide “que no pasen por alto nada que no les haga sentir bien, que no dejen que nadie las pise ni las infravalore, que no permitan nada que no quieran permitir. Muchas veces, por no llevarle la contraria, por no llegar a un conflicto, acabas pasando cosas o dejando que haga cosas que a ti realmente no te apetecen y es ahí empieza la cosa y van subiendo escalones hasta que un día están tan arriba que no les importa hacerte nada porque saben y confían en que no vas a irte de su lado, que vas a estar ahí brindando tu amor. Es fundamental que las chicas jóvenes no dejen que nadie les haga hacer cosas que no quieren”.

Laura ha pasado ya por muchas etapas y aunque sabe que todavía le queda camino por recorrer, su horizonte ha cambiado. “Ahora veo mi vida conmigo al 100%, con mis hijos saliendo adelante como una familia normal porque es lo que realmente tenemos ganas de ser”. Reconoce que queda una herida abierta porque “cuando una empieza una relación pone unas expectativas y espera lograrlas y cuando realmente todo eso no se cumple, la desconfianza en la gente es enorme, no sé si algún día podré llegar a confiar en una persona para mantener una relación”.

“Yo ahora veo claro que aunque me decía a mí misma que le amaba, en realidad tenía muy claro que no valía ni como pareja ni como padre y aun así me quedé dos años más con él”, concluye, “pero lo que tengo más claro aún es que yo ahora me quiero, me siento la mejor madre, la mujer más fuerte”.

Recursos contra la violencia machista:

- Teléfono de información de la mujer 900 71 10 10

-Las mujeres víctimas de violencia de género en La Rioja tienen a su disposición la aplicación AlertCops

-Red de alojamientos de mujeres

- Centro asesor de la mujer (CAM) 941 294550

- Oficinas de asistencia a la víctima del delito (OAV)

  • Logroño: 941 296365
  • Calahorra: 94114 53 48/6
  • Haro: 94130 56 25/6

- 016 Servicio telefónico de información y de asesoramiento jurídico en materia de violencia de género

- Red Vecinal contra la violencia de género e intrafamiliar 941244902/ 636759083

- SOS Rioja 112

- Teléfono de emergencias de Logroño 900 101 555

- Instituto de medicina legal de La Rioja 061

- Policía Nacional 061

Servicio de atención a la familia. (SAF) 941 272 054 - 941 272 071

- Policía Local 092

Unidad de Prevención Asistencia y Protección (UPAP) 941 272 109

- Guardia Civil 062

- ERIE (Equipo de Respuesta Inmediata a Emergencias) a través del 112

- Punto de encuentro familiar: 941 291 695

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