Los motores del Barón Rojo rugieron fuerte en Logroño

Rioja2

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El día que justifica todos los excesos de esta semana, Mateo en el santoral, tocaba a su fin mientras la gente se desperezaba del resplandor de los fuegos artificiales y, poco a poco, se acercaba hasta la plaza del Ayuntamiento para dejarse los tímpanos y la voz en lo que iba a ser una noche de y para los rockeros. Jóvenes y no tanto.

La noche acompañaba

. Las previsiones auguradas durante todos los San Mateos se tomaron también fiesta y las notas de calor que se sintieron en el matinal Pisado de la Uva fueron a dar con el nocturno Consistorio, para fundirse con las de las guitarras, bajos y baterías, y cambiar, por un día, el poder legislativo por la ley del poder del Metal.

A las doce de la noche, sin hacerse de rogar, los riojanos enBlanco comenzaron a calentar el ambiente. El público a esa hora no era en excesivo amplio. Jóvenes con vasos de los grandes, familias hasta con perrito y algún fan que coreaba los himnos de los teloneros que, encantados de ser los locales, incluso bromearon entre canción y canción con la expectación del plato fuerte – más avezados en esto del rock, pero todavía más en aquello de la edad- que se serviría poco más tarde con el nombre de Barón Rojo.

Mientras el artefacto de moda de las fiestas – un juguete lanzado con una goma que

desciende lentamente iluminándose de azul- surcaba el cielo logroñés gracias a las hábiles manos de sus vendedores – porque los vuelos de los compradores eran bastante chapuceros- el panorama fue llenándose con calma de un público más selecto y acorde con la que se avecinaba. Tíos duros, quizá mejor maduros, con largas melenas coronadas de coronilla y chalecos vaqueros que aprisionaban panzas conseguidas con el esfuerzo continuo de degustaciones prolongadas de zumos naturales de cebada.

El gentío se mezclaba y el ambiente era lúdico, acogedor y respetuoso. Los niños seguían correteando mientras se oía a algún padre decir que, el grupo que seguía, ya sonaba por los alrededores de sus 14 primaveras. Y es que Barón Rojo lleva 30 años dando guerra, y precisamente para celebrar ese aniversario se han puesto a recorrer los escenarios de toda España, recalando ayer en Logroño.

Terminaron enBlanco con un buen balance de público que jaleó, un poco tímidamente, el estribillo de su última canción, la cual hablaba de piedras sin pulir. Y aunque ellos ya se pulen poco a poco, lo que teloneaban era un diamante bien pulido en el rock de carretera y manta, un grupo que si

bien ha ido cambiando de integrantes con el paso de los años, ha conseguido que persistiera, de la mano de sus fundadores los hermanos de Castro, su esencia inicial.

A la una menos cuarto el Barón Rojo encendió los motores y pidió pista. Los más fervientes admiradores se fueron a agolpar a pie de escenario brebaje en mano. Empezaron fuerte con una versión muy metálica del Himno de la Alegría que duró lo suyo. Las cabelleras comenzaban a agitarse. Terminado el acto de presentación, el guitarra, cuajado ya en meterse en el bolsillo a la concurrencia, dedicó palabras de admiración a Logroño y a los logroñeses.

La primera canción fue la mítica de presentación del grupo 'Barón Rojo', y tras ella más de dos horas de rock veterano y auténtico. Nostalgia para algunos, ya pintando canas; novedad para otros, casi todavía con dientes de leche.

Los rockeros, como aseguró anoche el Barón, van al infierno. Pero ayer tocó que vinieran a

Logroño, la ciudad del rock, como aseguró el Barón siendo un poco pelota, mientras la sombra de su figura, guitarra al ristre, se proyectaba en la pared de la fachada del Ayuntamiento haciéndolo, por un día, más salvaje de lo que nos tiene acostumbrados.

El Barón llenó la plaza del Ayuntamiento, tras 'Maldita Nerea' era el plato fuerte de estos San Mateos y el público logroñés lo degustó con ganas. Barón Rojo puso toda su experiencia sobre el escenario, y se notaba que hacían lo que les gustaba. Cuando algo se hace bien, sale bien. Y el de ayer fue un broche final de lujo, a parte de metálico, para cerrar la noche del que fue un recaudador de impuestos que dejó todo de lado para seguir a Jesús. Y en honor a él y a la vendimia sonó de nuevo la música en el centro de Logroño hasta bien entrada la madrugada.

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