La Plataforma Cívicxs contra la Ordenanza sigue sin 'tolerar' la Ordenanza Cívica

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“Acorde con el signo de los tiempos de fijación por el orden y la seguridad el controvertido artefacto jurídico de moda desembarca en Logroño: la Ordenanza 'Cívica'. Resulta cuando menos curioso que una normativa prácticamente calcada a aquellas originadas al calor de grandes eventos especulativos (Barcelona, Forum de las Culturas 2004), promulgada en Logroño y otras ciudades a partir de un patrón de la FEMP, y aprobada con gran contestación social por algunos de los ayuntamientos más conservadores de España llegue a nuestra ciudad de la mano del equipo municipal socialista, en concreto de la titular de la Concejalía de Medio Ambiente e Igualdad, Concha Arribas, y sea celebrada por las dos otras fuerzas políticas con representación en el consistorio, Partido Riojano y Partido Popular.

Inmersa en el clima global de recortes de derechos y libertades, bajo el pretexto del orden y la seguridad, amparada en una supuesta demanda ciudadana, la autodenominada “ordenanza de fomento de la convivencia” equipara peligrosamente el castigo de comportamientos vandálicos con restricciones a la intervención en el espacio público de colectivos y movimientos sociales diversos, minoritarios, incómodos para el poder o disconformes con la moral oficial.

Más allá de una declaración de intenciones, lo que ordenanzas de este tipo provocan es el sometimiento de la responsabilidad social individual y su delegación en un Gran Hermano policial en cuyo arbitrio nos vemos obligados a confiar. Más que generar convivencia, imponiéndola a golpe de sanción, lo que consiguen es cargársela.

¿Cómo?Abriendo puerta a la criminalización de colectivos díscolos para con el pensamiento único oficial, a la restricción de usos novedosos o creativos (ciclistas urbanos, patinadores, arte callejero, juegos en la calle, libre expresión), criminalizando la pobreza y la marginalidad, cada vez más presentes e incómodas a la vista de la sociedad biempensante que las provoca (mendicidad, trabajos de calle...) y poniendo en peligro la espontaneidad y la comunicación con la sociedad de los propios movimientos sociales, especialmente de aquellos menos dóciles con el poder, pues todo dependerá de la preceptiva autorización (o en su defecto, sanción) municipal de su presencia en la calle.

Al equiparar educación con amenaza sancionadora, rehabilitación con trabajos en beneficio de no se sabe bien qué instancias privadas o públicas que a buen seguro sustituirán empleos, la inseguridad jurídica y arbitrariedad policial en su aplicación a las que aboca esta ordenanza generan más problemas de los que declara querer solventar.

Más allá de lo estrictamente jurídico, lo que sería objeto de otro debate (no exento de polémica, como se está demostrando desde la propia Universidad de la Rioja) la presente ordenanza prueba al sobrenormativizar regulaciones ya existentes su orientación populista, cabe pensar que a la búsqueda del voto del miedo en unas próximas elecciones de incierto resultado. Como queda bien explicitado en el mismo texto de la ordenanza: “Esta ordenanza (...) no pretende ser la solución a dichos comportamientos sino respuesta a la preocupación ciudadana ante este fenómeno.”

Alegando la protección de los bienes públicos, se da sin embargo vía libre a la degradación del espacio público a través de los auténticamente incívicos mecanismos de privatización y especulación neoliberal, mientras que por el contrario se dificulta cada vez más la apropiación de un verdadero espacio público (de todos, para todos) por parte de la ciudadanía.

Un espacio público valioso que va mucho más allá del ornato del mobiliario urbano, el recato, el decoro, la normalidad, el sentido común o las buenas costumbres, tal y como aparecen monopolizados, sobreentendidos e indefinidos en esta Ordenanza securitaria que no busca sino imponer la moral conservadora del poder oficial, con una clara vocación de control social.

Crear, viviéndolo, buen espacio público genera seguridad. Por el contrario, la seguridad impuesta no genera necesariamente buen espacio público. Se trata de la conocida imagen de mano dura para contentar el miedo en épocas de crisis. Azote de “vagos y maleantes”, al que esta ordenanza recuerda sospechosamente, retrotrayéndonos a épocas que creíamos superadas tiempo atrás. La historia se repite y nos muestra una y otra vez cómo en momentos de crisis sistémica aparecen prácticas populistas autoritarias de las que esta Ordenanza no es sino una muestra más“.

Julio Romero Martínez

Miembro de la Plataforma Civicxs contra la Ordenanza

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