Lucha contra la ablación

Rioja2

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La ablación o mutilación genital femenina sigue siendo una lacra que continua practicándose en 29 países; causando daños irreparables a las niñas y posteriormente mujeres que la sufren ya que viola sus derechos fundamentales. Sin embargo, no solo se hace por creencias religiosas y sociales, sino también por motivos económicos.

Este, considerado, rito de iniciación de las niña a la edad adulta en realidad vulnera la mayoría de los derechos de la mujer: el derecho a la igualdad de oportunidades, a la salud, a la protección frente a prácticas tradicionales peligrosas y el derecho de libertad a decidir sobre la propia reproducción. Además supone violaciones como la violencia y daño al prójimo, el maltrato, la tortura y trato cruel, inhumano y degradante de la persona. Todos ellos, actos por el Derecho Internacional.

La mutilación genital femenina que se realiza anualmente a alrededor de 3 millones de niñas de entre 4 y 14 años, causa daños irreparables, de hecho muchas mujeres, a parte de estar expuestas en mayor nivel al VIH, fallecen durante el proceso de mutilación (por colapso hemorrágico o neurogénico debido al dolor) o posteriormente por las infecciones agudas o septicemia. Otras muchas de ellas quedan estériles. Muchas niñas entran en estado de shock inducido por el intenso dolor, el trauma psicológico y el agotamiento por los gritos.

Las personas que se dedican a ejecutar la ablación femenina son generalmente comadronas tradicionales o parteras profesionales. Este ritual es un servicio muy bien remunerado económicamente, por lo que, en países donde la solvencia monetaria es más bien escasa es fácil vincular la práctica de esta intervención, bajo el telón religioso, a un fomento del propio capital.

Motivos reales

La ablación no sólo tiene un trasfondo social, en el que se asegura que no llevar a cabo esta práctica puede suponer la exclusión social y la desaprobación por parte de la comunidad. Las motivaciones que inducen a estas culturas a realizar tal acto atroz radican en otros puntos como los sexuales, ya que se considera necesario controlar al sexualidad femenina. También por motivos de higiene y de salud, por considerar sucios y antiestéticos los genitales femeninos y al pensar que aumenta la fertilidad. Además hay quienes creen que es un precepto religioso.

Pero lo cierto es que la ablación ni aparece en el Corán ni en la Sura, y lo que realmente representan estas motivaciones es un seguimiento a unas costumbres caducas, ignorantes y promovidas hacia la sumisión de la mujer.

Ablación en práctica

Según el informe, Dinámicas de cambio social editado por el centro de investigación Innocenti de UNICEF , en octubre del año pasado, se calcula que más de 130 millones de niñas y mujeres de entre 15 y 49 años han sufrido esta práctica.

El mayor índice de víctimas se encuentra en África subsahariana con el 60% y el 40% se encuentran en Oriente Próximo y África del Norte. Estas cifras van en aumento debido a que los inmigrantes que están en Europa, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Estados Unidos lo practican.

Egipto prohibió de forma definitiva la ablación del clítoris, respondiendo ante la justicia los responsables de la prácticaen caso de que siguieran ejecutandola. Pero esta máxima tiene sus limitaciones, ya que más del 90% de las egipcias la sufre.

Soluciones a una práctica arraigada

Son cada vez más las comunidades africanas que con lentitud van dejando atrás la brutal tradición de la ablación, según el informe de UNICEF. La base del éxito está en no juzgar a las comunidades, sino en trabajar con ellas directamente para reforzar los aspectos positivos de la cultura local. La clave está en la implicación de los líderes de la comunidad.

Para llevar a cabo ese trabajo se realizan programas como las actividades que ejecutan World Vision . Esta ONG trata de sensibilizar a la población que mantiene esta practica mediante talleres y charlas dirigidas a padres, profesores y niños para conocer las consecuencias; ritos alternativos de iniciación a las niñas respetando las culturas y respondiendo a las necesidades de su cultura y religión; mejorar el nivel educativo de las niñas para que conozcan sus alternativas al matrimonio prematuro; ayudas y microcréditos a las comadronas para tener otras formas de renta y por último ofrecer refugio a las niñas que huyen por miedo a la ablación.

Otra forma de poder erradicar la ablación es ofreciendo el apoyo incondicional a todos los grupos locales de mujeres que se han organizado para luchar contra esta práctica. En este sentido podemos destacar la gran labor de Agnes Pareyio, una masai que ha dedicado su vida a promover los derechos de la mujer y a luchar contra la ablación en Kenia. Fundó Tasaru Ntomonok , (Rescate de la mujer), una ONG que se ha convertido en el refugio de adolescentes que escapan de sus casas para no ser víctima de la práctica. Mantiene abiertos dos centros de acogida, en colaboración con la ONG Mundo Cooperante y ya han salvado a unas 5.000 niñas.

Además de estas prácticas sociales y educativas, son necesarias reformas legislativas y la implementación de políticas nacionales y la implicación de los medios de comunicación.

“Entender las diferentes dinámicas sociales que perpetúan esta práctica, está cambiando el enfoque con el que se aborda su erradicación. No existe una única respuesta, ni solución. Pero se está progresando. Ahora es el momento de ampliar estos esfuerzos y conseguir cambios en las vidas de las niñas”, comenta en el informe de UNICEF, Gordon Alexander, director del Centro de Investigación Innocenti.

Práctica extendida

La ablación es una realidad que por un lado, con lentitud se va dando pasos hacia su erradicación gracias a las ONG y sus programas de socialización in situ con la población de las comunidades víctimas. Por otro lado, hay que tener en cuenta que cada vez es mayor el trasvase de culturas debido a la población inmigrante, que respetando todos los preceptos de su cultura siguen practicando la ablación se encuentren o no en su país de origen.

Es importante, como hasta ahora se ha estado haciendo, que la comunidad internacional no cese su lucha y el fomento de la sensibilización mundial para acotar de una vez por todos esta práctica que han sufrido y sufren millones de niñas.

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