De la cabeza a los pies...

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La Fundación Caja Rioja, en la exposición ‘De la cabeza a los pies’, acerca al visitante al universo de los complementos femeninos (además, se hace un breve guiño al complemento masculino) de los años que van entre 1870 y 1970 a través de piezas propiedad de María Jesús Romero, quien es también comisaria de la muestra. La exposición puede visitarse en el Centro Cultural Caja Rioja-La Merced hasta el 14 de abril, de lunes a sábado, de 18 a 21 horas.

Desde tiempo inmemorial, las prendas de vestir dejaron de ser una protección del pudor o del clima para pasar a ser, en cierta medida, una forma de distinción social. Son los pequeños detalles los que nos indican la posición social, carácter y gusto de la persona que los lleva.

Visitando la exposición se hará un recorrido por los usos de los accesorios, casi siempre una moda efímera. Veremos su evolución: cómo ningún caballero ni dama iba sin tocado o sombrero en determinado momento; cómo se han vestido los pies y las manos; las modificaciones en bolsos, abanicos, sombrillas y otro tipo de accesorios. Y, finalmente, cómo las grandes guerras obligan a adoptar una forma de vida más austera y sencilla.

De la cabeza a los pies

Desde 1870 hasta la Gran Vía las damas vistieron complicados trajes con muchos adornos y accesorios. Todas las mujeres de familias acomodadas tenías que cubrir su cabeza con mantilla o sombrero. Tampoco faltaban las boas de plumas, golas, estolas de piel y cuellos de encaje, además de las chorreras y gargantillas para adornar los escotes. Los guantes, mitones y manguitos vestían las manos, ya que era obligado llevar guantes para la calle y largos para el baile. El bolso y la sombrilla también fueron dos complementos esenciales en esta época.

Los años de la contienda, 1914-1918, fueron de transición hacia formas de vestir más prácticas y sencillas de acuerdo con una mujer cada vez más independiente y con mayor implicación social.

Al finalizar la guerra, en el marco de las grandes transformaciones sociales, la indumentaria dio un paso decisivo hacia la modernidad. En los años 20 el bajo de la falda subió hasta la rodilla y los zapatos se hicieron atractivos. A partir del crack del 29 se volvieron sobrios y ya en los años 30 se potenció su comodidad. Continuó la moda de los guantes largos para las fiestas y los cortos para diario.

Las regulaciones y la escasez de materiales propias de la guerra marcaron el período comprendido entre 1940 y 1960. En cuanto a los zapatos, la falta de cuero se suplió con fieltro y cáñamo. En los años 60 el zapato era en punta y tacón afilado y, a partir de 1967, llegó el gusto por lo étnico y por los tacones anchos y cuadrados.

Las mujeres se hicieron sus propios guantes confeccionados de ganchillo y los sombreros se complicaron y se elaboraban con flores, plumas y velos.

Y los hombres…

El hombre usaba traje, las corbatas y lazos atados de distintas formas le ponían una nota de fantasía. El cuello almidonado se fue haciendo cada vez más alto a semejanza del de las mujeres de la época. El sombrero de copa fue hasta 1914 el sombrero elegante que distinguía a la clase alta. El bombín o sombrero hongo es para el uso cotidiano. En verano se usaban los sombreros cannotiés a principios del S. XX los de paja blanda -llamada de Panamá- se llevaban en los viajes. La gorra de formas muy diversas se convirtió en la mitad del S. XIX en el atuendo de las clases modestas.

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