Medio siglo de viajes espaciales

Rioja2

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Hace poco más de un siglo era impensable siquiera un vuelo en avioneta o en avión, pero el SXX corrió como el de la revolución en las comunicaciones. Y esta semana se cumplen cincuenta años del gran salto del hombre al espacio exterior, a lo desconocido, a la búsqueda de otros mundos, a saber, conocer y explorar qué hay ahí fuera. Era la época de la Guerra Fría entre las dos superpotencias mundiales: EEUU y la URSS, ambas lanzadas a la carrera espacial, que a día de hoy permanece en dique seco y sin grandes proyectos a la vista que nos hagan soñar con el descubrimiento de otros mundos iguales o distintos al nuestro.

Se ha escrito, se ha novelado y se ha cinematografiado más aún la carrera espacial y allá donde la imaginación haya querido llegar en forma de guión hollywoodiense, pero realmente con los pies sobre la tierra mirando al cielo, la carrera espacial iniciada el 12 de abril de 1961 ha supuesto que hoy, por ejemplo, nuestra vida, la de la sociedad moderna, sea más sencilla y que casi todo esté bajo nuestro control. No sólo lo que viene de fuera sino lo que alcanzan a ver nuestros ojos y a entender nuestro cerebro. Porque el tsunami de Japón podría haber sido más devastador incluso de lo que fue. Difícil de imaginar, ¿verdad? …porque el Katrina podría haber dejado un estela de muerte y destrucción mayor o porque simplemente el hecho de poder comunicarnos al instante, de poder reenviar este texto vía email o hacer una videollamada no sería posible si un día de primavera de 1961 el astronauta Yuri Gagarin no se hubiera convertido en el primer hombre que orbitaba en el espacio en torno a la Tierra y regresaba a ella sano y salvo. Fue la primera experiencia, que abría las puertas a una nueva revolución social.

Comenzó entonces la fiebre obsesiva por salir al espacio y ser el primero en hacerlo, una

carrera que culminó EEUU en 1969 con la llegada del hombre a la Luna, retransmitida por radio y televisión a todo el mundo, que contemplaba atónito cuán lejos podía llegar el ser humano con los medios de entonces, nada comparado con ahora. Había comenzado a socializarse el viaje espacial y algunos soñaban con instalar una base lunar o emprender misiones a planetas relativamente cercanos, nuestros planetas hermanos, como Marte o también Mercurio o Venus para conocer y saber más sobre ellos, sobre nuestro origen y para explorar formas y caminos de ir más allá salvando las enormes distancias que hablan de millones de años luz.

El programa espacial, muy ambicioso en su origen, se fue apagando con el paso de las décadas hasta la actualidad, pero los beneficios del mismo han sido y son a día de hoy enormes. Como hemos dicho, usar a diario el GPS cuando cogemos el coche para salir a trabajar, saber con casi total exactitud el tiempo que va a hacer hora a hora no es producto del azar sino de los satélites que orbitan sobre el planeta y que nos ofrecen una cantidad de información instantánea muy valiosa para hacer posible el ritmo de vida veloz y fugaz que hoy se nos impone. Sin el programa espacial estos avances no habrían llegado a ser. Es cierto que se ha recorrido un camino y que su segundo gran hito fue el primer alunizaje, para orgullo de los estadounidenses y escepticismo e incredulidad de otros.

Actualmente volver a la Luna o enviar una nave tripulada a Marte no está entre los planes de la NASA, cuyo presupuesto anual es bastante inferior a lo que podemos imaginar. Tan solo 15.000 millones de dólares para todos los proyectos de sus físicos y sus investigaciones. Teniendo en cuenta que el rescate de Portugal tendrá un coste de 80.000 millones de euros, podemos sacar las conclusiones de lo que significa esta partida espacial. Será por este motivo, quizá, por el cual se extiende un cierto escepticismo entre el equipo de la NASA con la mirada puesta en quién sabe cuándo volver a marcar un hito más allá de la Luna.

El pesimismo cunde también entre los miembros de la Agencia Espacial Europea, que no ve un horizonte despejado en un futuro cercano. En palabras de Stuart Clark, uno de sus miembros, “se acerca una crisis para el vuelo espacial tripulado… dentro de 10 años puede que no haya nada que hacer y ningún lugar adonde ir en el espacio”.

Pero no nos engañemos el problema es el dinero y la prioridad de destinar esas partidas a otros sectores punteros que ahora mismo tengan un carácter más práctico que el de abordar la carrera espacial. Para entendernos, cada shuttle o viaje espacial tripulado tiene un coste de 1.000 millones de dólares, que en euros son 700 millones, una cantidad excesivamente elevada. El argumento del propio Clark es contundente. Reconoce que la carrera espacial ahora mismo no interesa porque estamos en otro orden de cosas y de prioridades distintos de los de 1961. El orgullo nacional, el poderío económico y la supremacía sobre el resto de potencias se exhibía con la carrera espacial y ahí estaba EEUU compitiendo con la URSS en la defensa de dos modelos económicos y políticos antagónicos que iban a llevar a lo más alto cualquier que fuera el coste.

Ahora mismo el mundo se rige por otros patrones. Ha cambiado el Orden Mundial y eso ha afectado en gran medida a la carrera espacial. Y también es verdad que el apoyo de la población, su entusiasmo, es tan grande que se antoja imposible que la carrera espacial caiga en el olvido. El espacio ha hecho soñar mirando al cielo. No desciende el número de jóvenes que optan por iniciarse en algo tan lunático como convertirse en astronauta. Lo decía y lo soñaba de niño nuestro referente español, Pedro Duque. Y lo consiguió y, como Gagarin en 1961, ha seguido haciendo soñar a otros muchos niños en ser los primeros quien sabe en llegar a Marte, en convertirse en investigadores al servicio de la Agencia Espacial Europea o en la NASA para conseguir (que de hecho ya se ha avanzando bastante) salvar las distancias de millones de años luz y alcanzar planetas desconocidos.

Por eso, Clark tiene razón cuando asegura que hay que cambiar esa mentalidad anclada en la carrera espacial del SXX. A partir de ahora hay que pensar en “trabajar en el espacio, no en explorarlo”. Pone el ejemplo de reparaciones de satélites. Los miles que copan nuestra órbita convertida en un basurero de chatarra espacial. Porque ahora mismo solamente el cohete ruso Soyuz es el único medio de transporte espacial descontando los shuttle, que tienen los días contados. Entretanto, la Nasa y Agencia Espacial Europea investigan con sus “rebajados” presupuestos tecnologías para subir humanos al espacio: el cohete Falcon o el Ariane son dos ejemplos.

De hecho, si los físicos consiguieran reducir el presupuesto en un solo cero del total de las cifras a invertir es muy probable que la carrera espacial entrara en una nueva gloriosa etapa de vuelos tripulados más allá de donde un telescopio o el propio Gagarin alcanzaran a imaginar un 12 de abril de 1961.

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