75 años del inicio de la Guerra Civil

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España había experimentado importantes cambios sociales y políticos en poco tiempo, lo mismo que el resto de países europeos. Sin embargo, el devenir de los españoles había ido por otros derroteros, puesto que la I Guerra Mundial mantuvo ajena de enfrentamientos a los españoles, algo que sirvió de muro de contención para que los movimientos fascistas y comunistas no penetraran con fuerza ni calaran en la sociedad española de la primera parte del SXX hasta que se instauró la II república.

La primera Gran Guerra sirvió, de poco, para saber lo que Europa no quería. Aparte de su desmoronamiento tal y como se entendía en el SXIX, los europeos probaron una suerte de nuevos regímenes que vinieron a ser fallidos, que sustituían a monarquías y otros sistemas que habían quedados atrasados. Pero, España por un cúmulo de circunstancias seguía anclada en aquellas prácticas políticas dentro de un sistema viciado y que había sido reforzado y favorecido por la llamada Restauración de 1875. El caciquismo, el clientelismo político y la alternancia de partidos devinieron en la dictadura, también llamada “dictablanda”, de Primo de Rivera. Ésta vino a ser un parche para salir del paso y seguir hacia adelante en una sociedad que no conseguía seguir el ritmo europeo, aunque como contrapartida quedó al margen del primer gran enfrentamiento bélico, lo que económicamente impulsó la industria española.

Más tarde que pronto, la dictadura de Primo de Rivera cayó y se dio de bruces con una república que representaba el ansía de los españoles por dar un espaldarazo al pasado y volver a retomar la primera experiencia republicana, que había abierto antes del último cuarto de SXIX. Es importante señalar que en 1931 la sociedad española había cambiado, ya no era la misma de aquel entonces y no estaba dispuesta a mirar hacia atrás y retomar otras prácticas y regímenes políticos, como la dictadura de Primo de Rivera, con los que no comulgaran. De modo que la huída hacia adelante de España comenzó, quizá, a un paso demasiado rápido que acabó provocando su caída estrepitosa.

El bienio progresista dio con la piedra de toque del alzamiento militar. Y ésta era despojar a los mililtares de todo el poder que siempre habían acumulado en la esfera de lo político. Quedó trazada una línea de lo que era el servicio al Estado como militar respecto del Gobierno de la nación. El Ejército y las Fuerzas de Seguridad quedaron apartadas de cualquier tentativa de volver a inmiscuirse en los asuntos nacionales más allá de su mero servicio al pueblo español. Y en esto la legislación republicana fue absolutamente inflexible en su intento de no volver a cometer los mismos errores.

Pero, además durante los dos primeros años de la república “progresista” se anticiparon un

buen número de derechos sociales, en especial, por la mujer. Fueron leyes y actuaciones para los que los españoles estaban preparados, pero no en tan corto espacio de tiempo. Es más, los políticos de la II República plantearon un buen número de soluciones para los problemas arrastrados como era el de la política agraria o el mencionado más arriba de la incursión del Ejército en asuntos estatales. Sin embargo, todas estas iniciativas en cascadas causaron a su vez una serie de problemas que los políticos españoles no fueron capaces de contrarrestrar sobreviniendo el germen de la guerra que arrancaría en julio de 1936.

Fue entonces cuando, ante la revolución de ideas y de propuestas, a veces mal llevadas a la práctica por inmadurez democrática, surgió una alternativa a la que aferrarse y luchar contra la ruptura tan marcada respecto del pasado. Era el fascismo, que había cuajado ya en Alemania y en Italia y que llamaba la vuelta al pasado y advertía del fracaso de esta tormenta de ideas como a había sucedido en otros países europeos. Sin embargo, lo que había pasado en Europa era circunstancial. Y es que las crisis derivadas de la Guerra y el nacimiento de sistemas multipartitos generaron inestabilidades en las incipientes democracias, que terminaron tambaleándose frente a la apisonadora popular fascista. Y también, comunista.

España, a la zaga abrazó ambos movimientos después, ya que sólo estuvieron presentes en

las elecciones de 1936 cuando el Frente Popular venció contra todo pronóstico a las derechas, cuyo principal valedor era la CEDA, convertido a la postre en el máximo exponente de la ultraderecha frente al socialismo. El partido socialista se había radicalizado durante el bienio negro dentro y fuera del parlamento degradando a su vez la historia del país durante estos años por los constantes enfrentamientos, a veces sangrientos, entre unos y otros, derechas e izquierdas. Los capítulos de Sanjurjo o la revolución asturiana son preludios de que había un enorme factor desestabilizador en la sociedad española en los albores de la guerra civil.

Durante los años de la república fue poco a poco asentándose la retórica de los bandos, la división social y la ruptura con el pasado de la Iglesia, el Ejército y una educación anquilosada en el pasado. Pero la experiencia republicana no sucumbió mientras los gobiernos fueron capaces de mantenerse firmes y alejar el poder militar del Estado. Ahora bien, todos estos elementos comentados fueron aglutinándose hasta que se gestó una operación de ataque mortal al gobierno republicano desde sus entrañas. Una traición. Los intentos militares fructificaron en julio de 1936, porque hubo una parte coordinada que pasó a la acción contra el poder establecido y votado democráticamente por los españoles aun en un período de extrema violencia.

Así se gestó el día en que hace ahora 75 años España estalló en guerra y abrió una etapa de asesinatos en masa y degradación de la vida pública. Años después la sociedad se vio empujada a vivir el régimen franquista de intimidación para mantener el orden.

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