La trama de los trajes

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La trama de los trajes ha terminado en un punto al que Mariano Rajoy no deseaba que llegara, pero el presidente del PP fue dejando pasar el tiempo no puso solución. De puertas afuera no podía con Camps, que se resistía en su bastión de la Comunidad Valenciana secundado por las encuestas y, posteriormente en las urnas. En este sentido, Rajoy ya había valorado una posible salida de Camps al conocerse la más que posible imputación por cohecho.

El PP nacional barajaba la posibilidad del recambio de Rita Barberá, aunque por temor a perder la alcaldía de Valencia y por su rechazo a aspirar al puesto de Camps, ya que, como ella ha reconocido pues son íntimos amigos, la alcaldesa valenciana rechazó ante Génova este trueque. Con esto, no le quedaba a Rajoy más que aceptar a regañadientes a un presidente que se hallaba en la cuerda floja, que en la escena pública sacaba pecho, pero que de puertas adentro se sentía acosado mediática y judicialmente.

Las elecciones fueron un punto de inflexión y de respiro para Camps, pues se interrumpió la causa y no sería retomada hasta el verano para determinar si la justicia lo imputaba o no. En este período de tiempo ha sido en el que Rajoy repitió múltiples veces que confiaba en Camps y que era el más “honorable de todos los valencianos”. Se hizo la foto electoral, la que buscaban los medios desde hacía meses, en una plaza de toros de la ciudad del Turia abarrotada. Fue portada de los medios impresos y digitales. Las hemerotecas hablan por sí solas. Sus declaraciones no han quedado guardados en el cajón. El viernes pasado volvieron a salir a la luz y a caer sobre Génova y el despacho de Mariano Rajoy como auténtico plomo al vacío.

La Justicia de la Comunidad Valenciana determinó que Camps mintió y exigía el importe de los trajes. Se convertía en el primer presidente de una comunidad autónoma imputado por cohecho y que se negaba a abandonar el poder. Desde entonces, comenzó a barruntar la idea de reconocer la mentira o retirarse. Se dejó ver cabizbajo y cariacontecido por la imagen suya en el banquillo en unas posibles fechas electorales, algo que para las aspiraciones de Rajoy, en su tercer intento podía resultar fatal. En conclusión, Camps suspendió su agenda oficial y se dedicó el fin de semana a meditar.

Desde Madrid le instaron a reconocer los hechos y seguir como líder valenciano. De hecho, si actuaba así y se comprometía a ello, el resto de imputados seguirían su ejemplo. Trillo y Barberá estuvieron mano a mano con él desde el fin de semana sopesando cuál era la mejor salida. Rajoy, por su parte, se dejó ver pero no concedió declaraciones. Se impuso la ley del silencio, tan empleada por el presidente nacional del PP para no ser el foco de atención y desviarla sobre otros. Así actuó hasta el miércoles cuando Camps anuncia su dimisión casi por sorpresa. Horas antes, Campos, ex vicepresidente valenciano, y Ricardo Costa, ex secretario general del PP de la Generalitat Valenciana, reconocen que mintieron y se declaran culpables. Ambos no querían si no daba el paso también Camps. Dio su palabra, con Trillo de por medio. Pero, al final, pesaba más sobre él que se despajara la sombra de la duda al hecho de que fuera retirada de la escena política sin ser culpable, de momento.

Campos y Costas se quedaron solos en su argumento y Camps dio un paso al frente para anunciar su dimisión. El PP, en bloque, decide respaldarlo y aplaudir su decisión, que aseguró que era por el bien del partido y la victoria electoral de Mariano Rajoy en las próximas elecciones. Sin embargo, entonar el mea culpa no eximirá a Camps de acudir al banquillo imputado por cohecho. Tampoco servirá al PP defender a capa y espada al ex presidente valenciano, porque ahora ya queda en manos de la Justicia.

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