El 26J nos ofrece una oportunidad para alcanzar eso que hemos llamado cambio político. Esta posibilidad de ruptura no viene únicamente del 20D, sino que hunde sus raíces en la suma de fuerzas colectivas que han luchado por poner encima de la mesa una agenda progresista y que han logrado abrir una brecha por la que transformar la política y las políticas.
Las razones para votar cambio siguen estando intactas desde el 20D. Seguimos sufriendo una crisis global multidimensional (política, económica, social, ecológica) cuyo rasgo más visible es la desigualdad (en todas sus dimensiones: económica, social, ambiental, género) y el menos conocido es el colapso ecológico.
En España, el poder político se ha puesto de lado de los poderes económicos y ha legislado indistintamente recortando derechos laborales, sociales y civiles, o favoreciendo la destrucción del medio ambiente, en función de sus intereses económicos en cada momento. Hacer política en contra del interés general es también corrupción, y en este sentido las instituciones de nuestro país han sido un ejemplo perfecto de cómo hipotecar el futuro de nuestros hijos en favor de intereses personales, empresariales y especulativos.
Es una evidencia que el relato de la crisis de representación, nuestro lenguaje y nuestras formas han colonizado la forma de hacer de todas las fuerzas políticas. Ya les hemos obligado a hablar de la gente, de sus derechos sociales, de los desahucios, de la violencia machista, de reforma constitucional, energías limpias o de lucha contra la corrupción.
Esto incluye también la mayor presencia de elementos verdes en todos los discursos políticos, lo cual es algo positivo en tanto en cuanto contribuye a su aceptación social y por tanto a que entren a formar parte del sentido común.
Sin embargo, el riesgo de absorción y asimilación sin transformación real existe, y puede ser contraproducente para que el cambio tenga en cuenta la sostenibilidad como uno de los pilares para un nuevo modelo de sociedad. Por una parte, existe la posibilidad de hacer de la ecología y el medio ambiente una mera coletilla discursiva para quedar bien o una mera cuestión técnica y normativa que se puede afrontar con soluciones tecnológicas. Sin embargo, es una cuestión profundamente política que afecta a todas las decisiones claves de la acción política como, por ejemplo, el por qué, para qué y cómo se invierte el dinero público.
Por otra parte, si a las demandas ecologistas se las trata y se las satisface individualmente, esto permite esconder la causa última común a todas ellas: nuestro modelo productivo y de consumo (que recordemos también es la causa última de la pobreza y la desigualdad en el mundo). No tratemos pues la cuestión ecológica como una cuestión cosmética, técnica, individual y separada; bien al contrario, aprovechemos esta oportunidad para poner sobre la mesa un proyecto transversal y transformador que puede dar una respuesta global a la crisis global.
Y eso es precisamente lo que EQUO aporta al cambio: un proyecto de sociedad. Una visión de futuro, un plan, una estrategia clara de hacia dónde queremos ir y qué tipo de sociedad queremos construir, la del buen vivir.
Aquella en la que cubrimos las necesidades básicas de las personas dentro de los límites ecológicos, en la que los servicios públicos sean una garantía de igualdad de oportunidades y en la que el desarrollo personal, social y profesional esté asegurado. Una sociedad cuya economía esté al servicio de las personas y respete los límites del planeta; y donde se recupere la soberanía en los procesos de toma de decisión. Una sociedad que apueste por la corresponsabilidad de los hombres y la sociedad en el cuidado de las personas para que no recaiga de manera invisible sobre las mujeres.
Existen ya experiencias exitosas de puesta en marcha de este planteamiento que demuestran su viabilidad y su consistencia. Hablamos tanto de las llevadas a cabo por grupos de personas y colectivos desde abajo, como del éxito de las políticas puestas en marcha por diferentes partidos verdes en instituciones de toda Europa. No queremos parches, queremos soluciones que vayan más allá de decisiones electoralistas y medidas estrella. Hablamos de ser coherentes con unas líneas estratégicas que aseguren que en 10, 15, 20 años no vamos a tener los mismos problemas. La crisis de hoy es fruto de decisiones equivocadas y cortoplacistas del pasado.
La emergencia social no es un problema aislado, es la consecuencia, el síntoma de un modelo que no funciona. Ha llegado el momento de cambiar de rumbo para solucionar la crisis de hoy, evitándose nuevas crisis en el futuro. Y para eso solo existe una alternativa, la alternativa verde, que multiplica para ganar el próximo 26J.
Rosa Martínez, ex-diputada y candidata por EQUO de Unidas Podemos en Bizkaia, @RosaM_Equo