Es absolutamente paradójico que el Día Internacional contra el fascismo, el sexismo y el racismo, Donald Trump fuera elegido presidente de Estados Unidos. Muy pocas personas se imaginaban un escenario electoral con tal resultado, que plantea un modelo social más segregador, reaccionario y regresivo. Sin embargo, esto no se conforma únicamente en la campaña de unos comicios. Sólo hay que recordar ejemplos previos como Silvio Berlusconi en Italia o la fuerza actual de Marine Le Pen en Francia. De todo ello hay que extraer las enseñanzas e implicaciones que este nuevo ciclo geopolítico global puede suponer.
Quedarse con sus barbaridades dichas es obviar la profundidad y el alcance de su discurso. Lo que deberíamos analizar es cómo ha logrado erigirse en figura de la lucha contra el establishment, cómo ha conectado con el desencanto ante la pérdida de peso industrial y de masa salarial del grueso de la población y cómo ha capitalizado el sentimiento de esperanza de cambio ante un futuro inquietante. Preguntarnos, en definitiva, cómo una mujer latina puede defender a capa y espada, en nombre de la igualdad, a alguien como Trump, un multimillonario xenófobo y machista que lleva casi veinte años sin pagar impuestos federales y es un firme opositor a la subida del salario mínimo. Que es un vulgar oportunista está claro, pero, como todo representante público, no debemos olvidar que también es el reflejo de una parte de la sociedad.
Lo que no debemos, eso sí, es hacernos trampas a nosotros mismos. En el otro lado estaba Hillary Clinton, por lo que se planteaba un falso dilema entre dos opciones que se presentaban como las únicas posibles. Cabe recordar que casi un 70% de los votantes consideraba que no transmitía confianza debido a su trayectoria, además del alejamiento que transmitía frente a alguien como Trump, excéntrico, pero que rompía los moldes de la política convencional. Cabe recordar que era el rostro de Wall Street donde, de hecho, tres de las cinco entidades individuales que más donaciones han aportado a Clinton han sido bancos como Goldman Sachs, Citibank y JP Morgan. Y cabe recordar, por último, que apoyó e impulsó las invasiones de Irak y Libia. Si Clinton no representaba algo diferente, es porque tampoco lo era. Habrá quienes le hayan votado con la nariz tapada, pero que Trump simbolice la decadencia ética, no convierte a Hillary en la alternativa de las clases populares. Muchos se estarán acordando de Bernie Sanders.
Quienes crean que todo se debe al voto en masa uniforme de personas blancas e ignorantes, estarían realizando un análisis simplista e incompleto. Sólo hay que observar las estadísticas de edad, estudios y rentas para darse cuenta de que es algo más complejo. Estos es un síntoma de los efectos generados por la crisis de la globalización capitalista, de la falta de expectativas sin la solidez de ningún anclaje, de no encontrar refugio en lo que antes sí valía. Cuando hay una descomposición social estructural que se traduce en desigualdad, empobrecimiento y fragilidad, la agresividad de la ultraderecha y el éxito de su estrategia ganan por el hueco libre que deja el socioliberalismo, el cual ya no da respuesta a los problemas de los/as trabajadores/as. Para hacer frente a esa amenaza, no sólo hay que representar lo contrario que Trump, sino consolidar un proyecto alternativo que se haga eco del hastío y de la desmotivación con propuestas discursivas y prácticas nítidas que vertebren las necesidades reales de la población.
El triunfo de Trump, en definitiva, no debe causarnos una gran sorpresa. Víctimas de la ferocidad de la mercantilización expansiva y de las sucesivas continuas doctrinas ideológicas del shock, la desesperanza se instala en el común de la gente y busca culpables en el vecino diferente de al lado. Lo que sí sorprende es la superioridad moral de quienes juzgan y se rasgan las vestiduras con Trump, mientras esas mismas personas asumen como normal en nuestro país la complicidad con su apoyo a partidos corruptos, las privatizaciones de servicios básicos, la visita del rey a un paraíso de los Derechos Humanos como Arabia Saudí, la cosificación diaria de las mujeres o los malos tratos en los CIEs con las personas migrantes. Quizás hay listones que sólo funcionan para la distancia.