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El 17 de noviembre de 2016

Tiempo de lectura: 04:49
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Es cultura, no negocio

Eloy Bermejo Malumbres. Doctor en Historia del Arte

Que la política cultural en Logroño y en La Rioja se encuentra afectada por una concepción institucional muy frágil, aislada y al margen de la sociedad es más que evidente. En los últimos años los recortes públicos en la ciudad de Logroño han rasgado al sector, han provocado el abandono progresivo de las estructuras públicas y la cesión del espacio y los presupuestos a la realización de otras políticas culturales que tenían más que ver con el ladrillazo, la extracción de beneficios políticos y económicos o con el mal entendido enoturismo, como bien muestra el caso del Centro de la Cultura del Rioja, denunciado por Cambia Logroño y cuya gestión se ha revelado como verdaderamente ineficaz e irregular. En definitiva, una serie de políticas de gestos vacíos, edificios infrautilizados y de tramas de intereses que la crisis ha conseguido agudizar y desconectar de los intereses sociales de la ciudadanía.

Los despropósitos en materia cultural por parte del equipo de Gobierno del Partido Popular no acaban aquí. Recientemente nos hemos despertado con la inversión, en los nuevos presupuestos del Ayuntamiento, de 3.000 pírricos euros (no, no es ningún error de imprenta) para los abandonados yacimientos arqueológicos de Monte Cantabria y Valbuena, intentando de esta manera cumplir con el expediente tras las reivindicaciones para su protección, conservación y preservación que desde Cambia Logroño se habían llevado a Pleno y que finalmente fueron aprobadas. Intentar preservar un Bien de Interés Cultural con la categoría de Zona Arqueológica, como el que cuenta el yacimiento de Monte Cantabria desde el 20 de Julio de 2012 (Decreto 45/2012), con esa ínfima cantidad, es cuanto menos una actitud burlesca y demuestra la nula predisposición para abordar soluciones a las necesidades a medio y largo plazo del panorama cultural logroñés y riojano.

La situación de deterioro y dejadez a la que se ven sometidos estos enclaves y su contexto, tan significativos para la sociedad logroñesa, han sido provocados por la escasa actividad y el aislamiento consciente desde las instituciones regional y local. La desidia del PP por la valorización del patrimonio público de los logroñeses y las logroñesas forma parte de un modelo productivo que ha generado una relativa exclusión y rechazo social a las políticas culturales de los últimos años, llevando a la conversión de la cultura en simple utilidad económica, extrayendo el máximo beneficio con escasos recursos, humanos y ecológicos. Esta visión mercantilista, al servicio de principios ajenos, ha instrumentalizado la cultura como recurso y la ha privado de su servicio social, educativo y divulgativo. A lo largo de los últimos años hemos asistido a una absorción de la cultura por criterios economicistas, como aumentar el número de visitas o de las taquillas, lo que ha provocado un colapso en el modelo, que perdurará si no planteamos una reversión de la situación que consiga, partiendo de la cultura, ser capaces de imaginar múltiples economías.

No obstante, continuando con este último punto, y tal y como afirma Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía de Madrid, existe un trabajo colectivo que apuesta por entender y crear alternativas políticas culturales nuevas, capaces de poner en valor y reconectar con un interés social asegurando la eficacia, la perdurabilidad, la sostenibilidad económica y el desarrollo de un sentido de pertenencia al territorio, de construir un espacio propio. 

Las propuestas deben pasar por musealizar los yacimientos, logrando mediante la acción su conservación y protección, su accesibilidad pública y su comprensión de una parte de la Historia. El verdadero reto es poner a los ciudadanos en el centro de esas políticas para su disfrute, generando un modelo creativo y productivo que estreche lazos en el ámbito de la decisión, del conocimiento y de la ejecución material. No se trata de emprender un proyecto de conservación y señalización más o menos ambicioso, que reduzcan el yacimiento a una situación meramente visitable y totalmente alejada de la realidad histórica y social contemporánea a nosotros, sino de recuperar una serie de espacios históricos a través de la fascinación por el pasado, suministrando a los enclaves arqueológicos un valor añadido como encuentro entre pasado y presente donde se evoquen ecos de esos acontecimientos lejanos que nos permita imaginar cómo fue su vida y su historia. Todo esto debe ir acompañado de criterios de sostenibilidad que vayan más allá del objetivo de conservación y, sobre todo, de un sentimiento de legado a las generaciones venideras. Esta gestión sostenible debe preocuparse y proteger no sólo lo tangible, sino lo intangible, que es donde verdaderamente se encuentran los valores culturales. Si realmente queremos que el patrimonio tenga un uso público, social y que sea realmente accesible física e intelectualmente, debemos hacer que sea comprensible y valorado, por lo que no basta con convertir una ruina en espacio museístico como si de un ornamento se tratase.

Es en este contexto en el que debemos referirnos a la musealización de los yacimientos arqueológicos. Cuando nos referimos a musealizar, no significa necesariamente hacer museos, sino que, tal y como propone Reneé Sivan, se trata de elaborar diferentes sistemas en su concepción y en su desarrollo, presentando el objeto patrimonial y paisajístico en relación directa con las dimensiones del enclave, fomentando su presencia visual, los valores estéticos, su narrativa histórico-social y, por supuesto, destinando los suficientes recursos financieros a disposición del proyecto. El camino nos debe llevar hacia una planificación integral del yacimiento, anteponiendo los valores culturales que faciliten una experiencia de calidad para los vecinos y aplicando las nuevas tecnologías al servicio del contenido y no al contrario. Priorizar y proponer la relación entre sociedad, economía y patrimonio, lo que actualmente se conoce como arqueología social, debe ser el objetivo de la musealización y de las políticas culturales a seguir, apostando por ser ambiciosos y no conformarnos con poco.

La cuestión fundamental es saber si vamos a ser capaces de concebir el patrimonio arqueológico y me atrevería a decir paisajístico, más allá del objeto en sí, poniendo en marcha estrategias de conservación, valorización y equilibrio del territorio, construyendo eventos significativos en torno a los monumentos-documentos, de tal manera que sean viables y puedan mantenerse sin desnaturalizarlos. La posibilidad de contar al conjunto del público historias construidas sobre análisis científicos y con propuestas innovadoras y claras debe ser el verdadero instrumento de la valorización. Tener un sentido cívico muy fuerte de este trabajo, significa dejar una herencia, un aspecto productivo de economía alternativa en la zona.

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1 comentarios

#1
Isidro López18/11/2016 15:56h

Espero que sigas colaborando con este medio. Ánimo, Eloy.

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Eloy Bermejo Malumbres. Doctor en Historia del Arte
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