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El 27 de septiembre de 2017

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1-O: un referéndum para encontrar enemigos

Mario Nicolás Egido Martín

Puigdemont y Rajoy son como los yihadistas porque así ganan votos. El film La guerra de Charlie Wilson muestra que las barbas de los muyahidines no crecieron en las mezquitas, la CIA se encargó de peinarlas para combatir a los soviéticos que encontraron su Vietnam particular en la escarpada geografía afgana. Al final, Puigdemont, Rajoy y los yihadistas comparten estrategia: marcar una diferencia insalvable entre un nosotros y ellos. Esto se evidencia cuando un separatista dice que los que no voten el 1-O son menos catalanes, cuando la respuesta del Gobierno de España a este problema político es enviar a la Guardia Civil o cuando los yihadistas cometen atentados contra otros musulmanes. Porque el yihadismo es, principalmente, un movimiento nacionalista que considera infiel a todo aquel que no esté de su lado, sea o no musulmán. El yihadismo busca, aparte de exterminar a todos los que no piensan como ellos, la reunificación de los países árabes bajo una interpretación política y extremista del islam, utilizando a la religión para reivindicarse como pueblo.

La identidad nacional, al final, se trata de un relato histórico que se impone a otros. En realidad, no es más que una etiqueta que sirve para diferenciar conjuntos de personas, solo es a través del que la mira desde fuera. Ahí reside su debilidad: cualquier identidad nacional busca hacerse impermeable ante el exterior, pero solo existe efectivamente si la reconoce el resto. Siempre se busca un enemigo, ya sea el Estado español para el separatismo catalán, los regionalismos para el españolismo o los infieles para los yihadistas. Este contrario es el reflejo del que no tomar ejemplo, pero es un reflejo necesario.

Los atentados yihadistas se cobran víctimas inocentes porque persiguen como consecuencia la irrupción de grupos políticos de ultraderecha en Occidente. Sus acciones pretenden polarizar la relación entre musulmanes y occidentales, hasta que solo existan dos bandos, así el musulmán tendría que elegir entre ser yihadista o ser un infiel.

El gobierno catalán se muestra atacado por el Estado español, identificando al Estado con la respuesta política de un partido en concreto. Escuché a independentistas diciendo que la represión ante el referéndum sería una victoria y esto me hace pensar que la verdadera intención, antes que votar, es mostrar al Estado español como al enemigo. El problema es que al Gobierno de Rajoy le puede resultar interesante responder con la fuerza, ya que representa al nacionalismo español. Pero la falta, otra vez, de acción política por su parte, hará que este asunto se enquiste.

En este caso, la política volvería a mostrarse corta de miras. Al igual que lo hace en los campos de refugiados situados en la periferia de Europa. Porque creo que los políticos europeos, encantados con su propio ombligo, han olvidado que el odio se pagará con odio. Su falta de voluntad convierte a estos terrenos abarrotados de tiendas de campaña, en un campo florido para los extremistas. Porque la diferencia entre ellos y nosotros viene determinada por el alambre de espino que marca la frontera de la Unión.

Lo más problemático de la identidad nacional es que emocionalmente es muy poderosa, cuando realmente se trata de una construcción que suele contar con el empuje de un interés particular. Porque de otra manera el Estado Islámico no se habría preocupado en tomar los pozos de petróleo. Y CIU, ahora PDeCAT, no habría caído en el independentismo si no fuera la excusa perfecta para olvidar todos sus casos de corrupción. Y el PP buscaría resolver el conflicto más allá de ampararse en que la Constitución es intocable, algo que se olvida cuando Europa te obliga a aprobar el artículo 135.

Lo que ocurra el 1-O va a determinar la relación entre España y Cataluña. El procés es un órdago que lanzan los independentistas para que la respuesta de Madrid sea contundente. El gobierno catalán escribirá entonces un relato en el que España actuará en contra de su pueblo, aunque cualquier nacionalidad es una entidad difusa. Otra vez se impondrá la imagen al argumento: un guardia civil retirando una urna hará olvidar que el referéndum es una ilegalidad. Y en 5 o 10 años una consulta será inevitable y lo peor es que entonces se puede perder. Porque ahora, en número de votos, son mayoría los catalanes que no quieren la secesión, pero no hay nada como encontrar un enemigo para alimentar un nacionalismo. Antes o después quedará patente que cualquier bandera es inflamable.

 

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Mario Nicolás Egido Martín
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