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El 5 de octubre de 2017

Tiempo de lectura: 03:22
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No cariño, tú no eres español

Carlos Eguizábal

Hace un par de días, uno de mis contactos en las redes sociales compartió este  texto en Facebook de una chica llamada Laura Moreno de Lara. Merece la pena leerlo. En estos momentos tristes y llenos de incertidumbre para todos, en los que parece que nuestro proyecto de convivencia que tanto ha costado conseguir y tanto nos ha dado está a punto de irse al traste, consuela leer a personas de a pie que quieren tender puentes entre partes enfrentadas y ahondar en lo que nos une y no en lo que nos separa. Porque quienes así pensamos somos mayoría, aunque el foco mediático apunte hacia otro sitio. También consuela ver que escritos así se viralicen en Internet, y no sólo los vídeos de porrazos y represión de la policía a pacíficos manifestantes, y no sólo agresiones de radicales violentos a las fuerzas del orden que garantizan nuestra legalidad democrática; dependiendo de la trinchera donde guardes la vergüenza.

Para la autora, ser español no es llevar la bandera nacional, ni gritar como un berraco frases de odio, tampoco lo es ponerse una pulserita de España en la muñeca, ni cantar el “cara al sol”. Para ella, ser español es amar las diferentes manifestaciones culturales y los distintos idiomas del país, disfrutar de nuestra rica y variada gastronomía, estar orgulloso de la variedad de paisajes de nuestra geografía y cuidar nuestras riquezas ecológicas y nuestro patrimonio histórico, también defender los mecanismos públicos de solidaridad y asistencia a quienes más los necesitan. Es un texto precioso y necesario. También es un texto con el que estoy, en parte, en desacuerdo.

Porque, para mí, ser español no es eso o, al menos, no es sólo eso. Ser español es todo lo que Laura dice pero también todo lo contrario. Ser español sí es sacar la bandera rojigualda con orgullo al balcón. Y también lo es sacar la señera en una manifestación por la independencia de Cataluña y gritar ¡puta España!; exactamente, al mismo nivel de españolidad. Ser español es ir a los toros engominado y también ser antitaurino y vegano. Es ir a misa diariamente y es no haber pisado una iglesia desde la comunión de tu primo que ahora tiene 32 años. Es ser musulmán, y judío, es ser ateo. Es español quien canta el “cara al sol”, quien canta “la internacional”, quien canta “la macarena” y quien no canta nada. Es quien se manifiesta en defensa de la educación pública enarbolando una bandera republicana y quien, desde un cargo público, falsea un contrato en un ayuntamiento para que la concesión  del servicio de recogida de basuras municipal se la lleve un empresario amiguete a cambio de una comisión ilegal; en Madrid o en Barcelona. Es quien le echa chorizo a la paella y es quien modificaría el Código Penal para meter en la cárcel a la peña que le echa chorizo a la paella. Es quien llora en Semana Santa al paso de la virgen y quien celebra Halloween. Es pitar al Rey. Es pitar a Piqué. Es no pitar. No es más español quien se extasía entre las columnas de la Mezquita de Córdoba o quien goza con los amigos de cañas en la Latina un domingo soleado de primavera, no es más español quien se indigna con que los franceses no aplaudan a Induráin en los Campos Elíseos. No es menos español a quien el pulpo a la gallega le da arcadas, ni siquiera el pirómano que prende fuego a los montes de León.

Porque ser español es, única y exclusivamente, poseer un determinado estatuto jurídico. Ser titular de una serie de derechos, libertades y deberes en el marco de unas leyes democráticas y de unas instituciones comunes nacidas de un pacto social. Y, después, en base a esos derechos, libertades y deberes, tú ya vas viendo si te sientes muy español y mucho español, catalán indepe, del cantón de Cartagena o chino mandarín. Porque ahí está una de las grandes ventajas, que no tienes porqué sentirte español y que además la ley te ampara. No es una cuestión de sentimientos ni identidades, es una cuestión de respeto y defensa de esos sentimientos y esas identidades. Es, en el fondo, participar de un marco de convivencia donde, mejor o peor, con todos los errores y aciertos cometidos, hemos venido cabiendo todos sin necesidad de matarnos a garrotazos entre vecinos; algo, por cierto, muy “español”.

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Carlos Eguizábal
Riojano, pero de pura suela. De letras. Abogado joven. Licenciado y apasionado por las Ciencias Sociales y Políticas. Menos aburrido de lo que parece.
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