El príncipe Harry de Inglaterra y la actriz estadounidense Meghan Markle han contraído matrimonio hace escasas hora en la capilla de Windsor. Una ciudad que se encuentra al oeste de Londres y dónde ya contrajeron matrimonio el príncipe Carlos y su actual esposa Camila Parker Bowles.
La ceremonia ha durado aproximadamente una hora y ha dejado de lado la rigidez que caracteriza a la Familia Real Británica, sin perder del todo su esencia. Sin duda, hoy se ha marcado un antes y un después en la modernización de las monarquías europeas.
Tras la solemne entrada de la novia el obispo Murray, una eminencia afroamericana en EE.UU., abría el sermón citando a Marthin Lucer King: "Nosotros debemos descubrir el redentivo poder del amor, y cuando hagamos eso podremos hacer de este viejo mundo un mundo nuevo". El poder del amor ha sido el argumento central de su exposición entre divertidos guiños a la pareja y sonrisas cómplices de novios e invitados. Una exposición, entusiasta, divertida y sorprendente que pocos esperaban en esta ceremonia.
Rompiendo todas las reglas un coro de góspel acompañaba a los novios antes de darse el “sí, quiero” interprentando, a elección de la pareja, la canción Stand by me. Un momento histórico en una boda real británica.
Meghan Markle elegía para este gran día la firma francesa Givenchy y a su directora creativa la británica Clare Weight Keller. El resultado un vestido sencillo con manga francesa, escote en barco y un maravilloso velo de 5metros confeccionado a mano.
El look se completaba con una espectacular tiara hecha en platino y diamantes perteneciente al joyero real y que no había sido usada en público desde que en 1953 falleciera la Reina Mary, abuela de la Reina Isabel II y para quien había sido confeccionada.
A su entrada a la capilla de Saint George Meghan Markle recibía su ramo de novia, uno de los momentos más emotivos de la ceremonia, ya que estaba confeccionado con flores de Mirto recogidas por el propio príncipe Harry del jardín personal de su madre, la difunta princesa de Gales.
En definitiva, una ceremonia espontanea, divertida y sorprendente que refleja a la perfección la personalidad de los contrayentes.