La noticia del descubrimiento de América –las entonces denominadas Indias Occidentales- causó un impacto enorme, inicialmente en los reinos de la Península Ibérica, que posteriormente se extendió por todo el occidente europeo. En aquel momento debieron ser muchos los que se dirigieron a las ciudades costeras de Andalucía y Galicia, con la idea de conseguir un cambio de suerte en sus azarosas vidas, esperando la oportunidad de poder enrolarse en alguno de los barcos que se preparaban para zarpar. Había en ellos sin embargo una inevitable contradicción, ya que el miedo a lo desconocido, la duración del viaje, las inevitables tormentas y la presencia de aquella terrible enfermedad que era el escorbuto, se encontraban presentes, junto a la esperanza de un futuro más prometedor.
Muchos de estos marinos eran gentes de mar, pero otros por el contrario procedían de tierra adentro, y sus circunstancias eran muy distintas. El primer problema al que se enfrentaban estos últimos era el de diferencia de clima –más humedad- y alimentación, ya que los que vivían alejados de la costa no estaban en general acostumbrados a comer pescado, y de hecho creían que si no comían carne en adobo se podían morir en poco tiempo. Los marinos estaban muy acostumbrados a comer pescado y pescado en salazón, y por lo tanto no tenían ese problema. Los barcos llevaban además cecina, embutidos, fruta fresca, frutos secos –entre ellos nueces, almendras, avellanas, piñones, cañamones-, trigo, agua dulce
De entre todos los marinos y gentes de mar destacaban los de algunas poblaciones de la costa cántabra –sobre todo de Santoña y Laredo-, que tenían la costumbre de comer algas en ensalada, que entre otras cosas contienen abundantes minerales y vitaminas, entre ellas la A, la C y varias del grupo B, lo que les proporcionaba unas posibilidades grandes para mantener la salud, y evitar el temible escorbuto. Por supuesto este alimento era rechazado por la mayoría.
Entre los que acompañaron a Magallanes –murió en la travesía- y Juan Sebastián de Elcano en su vuelta al mundo, se encontraba el italiano Antonio Pigafetta, que se convirtió en el cronista de la peripecia, y también a la sazón del comportamiento humano, haciendo gala de sus limitaciones. El relato de Pigafetta es a la vez una crítica contra las rígidas normas sociales impuestas, presentes en el comportamiento humano, no sólo por las consecuencias de la falta de alimentos, sino las reacciones tan diferentes derivadas de una larga convivencia en dificultades, muchas de ellas derivadas de aquellas limitaciones, trasmitidas de generación en generación, que impedían hacer frente a las situaciones siguiendo otros caminos. En este sentido me contó un misionero portugués que ejercía su trabajo en la India, que había muchas zonas en el área central del país que tenían graves problemas de visión, debido a que no comían zanahorias, que en esa zona son muy ricas en vitamina A, debido a que al ser alargadas recuerdan a los huesos humanos, y por lo tanto, según su religión y tradición, no deben comerse.
Hoy las algas –no debemos olvidar que se trata de verduras de mar riquísimas en nutrientes, especialmente minerales y vitaminas- se pueden encontrar casi en cualquier mercado, se sirven en restaurantes, e incluso en muchos bares has tapas con algas, además son ya muchas las personas que han viajado a países del extremo oriente, han aprendido a degustarlas, sin embargo hace algo más de cuarenta años, que es cuando comenzaron a divulgarse, las dificultades para su introducción eran grandes.
Lo cierto es que viajar ayuda mucho a desarrollarnos como personas y ampliar nuestros horizontes, y además cura muchas manías, aunque todavía hay quien va a otro país y en vez de fijarse en aquello que es diferente, que es en ocasiones de lo que más se aprende, se dedica buscar las mismas cosas que en el suyo.
Como profesor puedo afirmar que hay una seria contradicción en todos los programas de enseñanza, que por un lado quieren trasmitir conocimientos y por otro crean unos adolescentes llenos de limitaciones; ¡esto es ni más ni menos que enseñar a comentar los colores que ofrece la naturaleza, y luego a pensar en blanco y negro! Si a esto se añade que en vez de enseñar a conocer valorar a lo seres humanos, clasificamos por sus supuestas ideas, su modo de vestir, y a condenar por una frase, es fácil entender tanto el fracaso escolar como el social.