Actualmente vivimos rodeados de estímulos que activan diariamente nuestros ejes de estrés.
El trabajo, la falta de tiempo, la comida basura o las preocupaciones se han convertido en una constante en nuestras vidas.
El estrés, evolutiva y fisiológicamente, nos ha ayudado a sobrevivir y a reaccionar ante situaciones de peligro poniendo todos los mecanismos del cuerpo en marcha para la obtención de recursos energéticos.
Así cuando estamos en una situación complicada, por ejemplo si alguien quiere hacernos daño o sufrimos una infección, el cuerpo pondrá en marcha los mecanismos necesarios para que seamos capaces de responder adecuadamente y con eficacia.
Ante una situación amenazante se movilizan recursos energéticos en el organismo, aumenta la frecuencia respiratoria y cardiaca, se dirige energía hacia el cerebro y hacia los músculos para poder tomar mejores decisiones y poder movernos más rápido. Además se inhiben los procesos digestivos para ahorrar energía y el sistema inmunitario se pone en marcha para poder defendernos.
Estos son algunos ejemplos de lo que sucede en nuestro cuerpo cuando se ve sometido a una situación peligrosa.
Pero, ¿Sabes realmente qué hormonas se producen y cómo funcionan?
Primero me gustaría explicarte qué es el estrés.
El estrés es una reacción fisiológica del organismo que se genera por una respuesta automática ante condiciones externas, percibidas por la persona como amenazantes y que activan mecanismos de defensa.
Esta respuesta debe ser aguda y corta en el tiempo y tiene diferentes fases:
Como ves, el cuerpo es sabio y sabe cómo debe protegernos y repararnos.
No es tan grave o importante que se produzcan inflamaciones si no que nuestro cuerpo sea capaz de resolverlas correctamente. Para ello es muy importante que exista un ritmo en estos ejes y que estén coordinados. Esto sería lo ideal y lo fisiológico y es para lo que el cuerpo está diseñado.
El problema se presenta en la actualidad ya que estamos rodeados de estresores crónicos como son el estrés emocional, los tóxicos alimentarios o la contaminación que contribuyen a que nuestro sistema inmunológico esté constantemente activo y pierda eficacia.
Este estrés crónico al que estamos sometidos diariamente conduce a un estado denominado “Inflamación de bajo grado” .Se describe como un estado en el organismo en el que hay inflamación fría (sin fiebre) como consecuencia de un sistema inmune activado permanentemente.
Se ha visto que esta situación puede estar relacionada con el desarrollo de múltiples enfermedades crónicas y disfunciones como pueden ser las relacionadas con el sistema cardiovascular, respiratorio o digestivo.
Si alguna de las partes de estos ejes se altera o desincroniza, el cuerpo no será capaz de crear un estado de calma, por lo que el corazón y los pulmones, que son algunos de los órganos estimulados, se mantendrán en constante agitación con la frecuencia cardíaca y la respiratoria elevada y con un sistema inmune crónicamente activado.
Además la producción de cortisol en grandes cantidades es neurotóxico y puede contribuir a todo tipo de problemas relacionados con el sistema nervioso central, alteraciones cognitivas, en el aprendizaje o la memoria.
Una de las principales causas que activa los ejes de estrés son los patógenos, problemas sociales, estresores emocionales (miedo, tristeza, ira…), depresión/ansiedad, exposición a sustancias químicas, contaminación, modificadores endocrinos, luz solar excesiva, alteración de la microbiota intestinal o exposición alta a antinutrientes en la dieta (consumo regular de gluten o caseína de los lácteos).
La sintomatología asociada al estrés crónico está muy relacionada con problemas digestivos (intolerancias, alergias, disbiosis…) respiratorios, ansiedad/ depresión, alteraciones del biorritmo /sueño, dermatitis o problemas cutáneos, cansancio, fatiga crónica, migraña…
En las primeras etapas de la vida desarrollamos y maduramos nuestros ejes de estrés, dejando una impronta, una programación que repercutirá en la futura tolerancia al estrés y en la aparción de patología en la edad adulta.
Las experiencias adversas al inicio de la vida (maltrato, desnutrición, exposición a tóxicos, ausencia de padre/madre…) son probablemente el factor de riesgo que más daña nuestra capacidad de tolerancia al estrés y es un factor para la desincronización de los mismos.
La programación del estrés en los primeros años de vida es imprescindible para una buena gestión en el adulto y por ello es importante que nos sintamos protegidos, cuidados y que nos desarrollemos en un contexto seguro y de confianza desde una edad temprana.
Y después de todo esto… ¿Cómo puedes trabajar tus ejes de estrés?
Aquí te dejo algunas recomendaciones y herramientas sencillas para que puedas mejorar tu calidad de vida:
Recuerda que tus emociones, lo que comes y tu entorno puede afectar a tus ejes de estrés y que la buena o mala gestión del mismo serán piezas clave en la recuperación de tu salud.
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