El cuerpo humano es como un planeta habitado por millones de microorganismo distintos en el que habitan virus, bacterias y hongos.
Nuestro sistema digestivo, la piel, los ojos, los órganos respiratorios y excretores conviven con millones de inquilinos en un ecosistema armónico creando una relación simbiótica los unos con los otros.
Se sabe que en un adulto sano puede haber hasta 2 kilos de bacterias… ¡imagínate si son importantes!
Las bacterias que forman parte del intestino no son malas en sí mismas y tienen muchísimas funciones imprescindibles para el correcto funcionamiento del cuerpo humano.
Existen diferentes tipos de bacterias habitando nuestro intestino:
Si no hay suficientes bacterias beneficiosas, el intestino no estará bien protegido y podrá ser invadido por lo primero que pase por allí: un virus, un hongo o cualquier sustancia tóxica.
A menos bacterias beneficiosas más bacterias patógenas y más probabilidad de enfermar.
El eje cerebro-intestino describe la relación directa que existe entre ambos órganos. Lo que ocurre en el intestino afecta al cerebro y viceversa sabiendo que las bacterias del sistema digestivo son capaces de activar vías nerviosas directamente alterando su funcionalidad.
Hay diferentes vías por las cuales el intestino y el cerebro están conectados:
Se puede decir que hay hormonas, neurotransmisores, células inmunitarias y metabolitos que viajan a través de la sangre y por vía nerviosa del intestino al cerebro y viceversa.
Si el intestino está inflamado o dañado, se señalizarán células inmunitarias al cerebro generando un contexto de neuroinflamación, relacionado con procesos depresivos, ansiedad, migraña, problemas de sueño o de saciedad.
Cuando el sistema inmune cerebral se activa en exceso necesita mucha glucosa y nuestro organismo aumenta la demanda de dulces y alimentos ricos en carbohidratos.
Seguro que has escuchad hablar de la Serotonina, un neurotransmisor que nos da seguridad, calma, regula nuestras emociones y nuestro estado de ánimo. Se sabe que un 90 % de esta hormona de la felicidad se produce en el intestino y sólo el 10 % restante en el cerebro.
Si nuestra microbiota está en desequilibrio, la producción de Serotonina también lo estará pudiendo afectar a nuestra salud emocional.
Además cuando el intestino está dañado permite el paso de sustancias tóxicas y de bacterias al torrente sanguíneo, pudiendo viajar al cerebro y desarrollar patologías como demencias o Parkinson.
Si gozamos de buena salud digestiva menor ansiedad sufriremos, además de disfrutar de una mayor concentración y energía.
Hay muchos factores que afectan directamente sobre la integridad de nuestro intestino y sobre la microbiota como pueden ser los antibióticos, una dieta rica en azúcar, ciertas enfermedades, el estrés, la contaminación, el envejecimiento o la exposición a radiaciones.
Cada persona tiene una mezcla única de microbios y los factores anteriormente descritos los modificarán también de manera única predisponiéndolos a diferentes problemas de salud.
Existen diferentes estrategias para mejorar la relación cerebro-intestino. Con ellas conseguiremos disminuir la inflamación, mejorar el estado de nuestra microbiota y regular el uso de sustratos energéticos por parte del cerebro.
¡Cuida tu intestino y darás vida a tu cerebro!
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