Sarkozy vuelve a enfrentarse al Islam

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El presidente francés ha provocado un enorme malestar entre los franceses, la oposición política e, incluso, en las propias filas de su partido. La jornada de ayer en París fue tensa con la celebración de la bautizada como Convención sobre la Laicidad, en la que de nuevo volvía a colocarse sobre la mesa una bateria de propuestas con la finalidad de promover un estado laico.

Sarkozy se presentó ante los suyos con unas medidas más próxima a la ultraderecha de Marine Le Pen, que al centrismo que hasta ahora había caracterizado a la UMP. Entre esas propuestas destacaban prohibir el rezo en la calle, rechazar un médico por sexo o religión o evitar tener que confeccionar menús especiales en los centros escolares con motivo de la religión. Pero no es la única propuesta de reforma que propone el presidente francés y que alteraría la vida cotidiana de muchos lugares, también se habló de revisar las financiaciones de los centros religiosos musulmanes o la imposición de los empresarios, que hasta ahora ceden a las exigencias de sus trabajadores por causas religiosas (como podría ser la hora del rezo).

Pero este asunto viene de antes y Sarkozy lo llevaba in mente desde el debate sobre laicidad que le arrastró a una primera oleada de impopularidad. También hay que contar con la ley contra el burka, que se aprobó con su beneplácito. En este orden de cosas, la sociedad francesa percibe que aquello que en un principio comenzó como una regulación de los usos extremos del Islam en el país galo ha terminado convirtiéndose en una estigmatización del Islam que no puede traer buenas consecuencias.

En este sentido, la oposición de centro izquierda ha acusado a Sarkozy de quererse apoderar del discurso de Marine Le Pen tras la debacle de la UMP en las cantonales de marzo y los pésimos augurios para las presidenciales de 2012, máxime cuando la propia líder ultraderechista ya reprochó en las postrimerías de la Navidad de permisividad al Ejecutivo por tolerar los rezos musulmanes en las calles.

Pero las críticas le han llovido también dentro de las propias filas del Elíseo, que entienden de igual manera que esta medida puede ser “electoralista”, además de contraproducente para, precisamente, recuperar el terreno perdido en el electorado. La disparidad de opiniones y la discrepancia creada por Sarkozy quedó visible este miércoles en la celebración de la Convención con la ausencia de destacados miembros de su gabinete, como Françoiz Fillon, primer ministro galo, o Alain Juppé, que abandonó Defensa para hacerse cargo de Exteriores hace una semanas.

A todos ellos se han unido los representantes de las seis iglesias con presencia en Francia: católica, judia, protestante, musulmana, budista y ortodoxa. Todas coinciden en que no es el momento de agitar el debate religioso.

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